Sorolla. Un centenario bien celebrado

domingo, 16 de julio de 2023

Joaquín Sorolla Bastida, Retrato de Mabel Rick, Señora de Pérez de Ayala, 1920 / Museo Sorolla




Sorolla ha muerto. ¡Viva Sorolla! y En el mar de Sorolla con Manuel Vicent

Museo Sorolla, Madrid, hasta el 3 y el 17 de septiembre de 2023, respectivamente.


Uno de los recuerdos más bonitos que guardo de mi infancia en Valencia es el de su luz mediterránea. Por eso, fui con tanta ilusión a visitar la exposición «Sorolla ha muerto. ¡Viva Sorolla!» que la casa-museo Sorolla de Madrid ha organizado con motivo del centenario de la muerte del pintor.

Es una muestra pequeña con correspondencia de amigos del pintor y de personajes públicos de la época de su muerte, así como recortes de prensa de los principales medios, que dan una idea de la relevancia que tuvo el acontecimiento tanto fuera como dentro de España.

El 17 de junio de 1920, mientras pintaba un retrato de Mabel Rick, esposa de Ramón Pérez de Ayala, Sorolla sufrió una hemiplejía que le impidió terminar el cuadro. Tras años dedicado a los paneles de su célebre serie Visiones de España para la Hispanic Society of America, el artista entró así en su etapa final, que vivió con una salud que fue debilitándose hasta su fallecimiento tres años después. La noticia se difundió inmediatamente por todo el país y las muestras de condolencia se sucedieron. La exposición muestra el telegrama que envía el rey Alfonso XIII desde Santander, así como misivas de literatos, artistas y políticos contemporáneos del pintor.

De la muestra, que se encuentra en la primera sala del Museo, destacan el retrato (inacabado) de Mabel Rick y una máscara mortuoria elaborada por su buen amigo el escultor Mariano Benlliure, también valenciano, y que se expone por primera vez. También se puede ojear un ejemplar de periódico recreado por el Museo con los principales artículos, piezas de opinión y cartas publicadas en la época.   

¡Pero ahí no acaba el homenaje al pintor! En el primer piso está la exposición temporal «En el mar de Sorolla con Manuel Vicent» en la que se muestran obras pertenecientes al Museo acompañadas de fragmentos de texto del novelista castellonense.

El itinerario se organiza en cuatro secciones, que presentan diferentes facetas de la relación de la pintura de Sorolla con el mar, todo ello entrelazado con fragmentos literarios en los que Vicent reflexiona acerca de la temática representada, y que aportan contexto adicional valioso. Para abrir boca, la sección niños en la playa, formalmente titulada «El subconsciente». No se me ocurre una manera mejor de introducirse en el universo de luz y reflejos que consiguió crear el valenciano mediante su técnica tan personal. Se exponen pinturas de niños bañándose, tumbados en la arena, jugando con balandrines o chicas saliendo del agua. Los rayos de sol, la espuma del agua y la luz de atardecer que pinta Sorolla impregnan la sala. Vicent, por su parte, escribe: «Cuando contemplo los cuadros de Sorolla pintados en el Mediterráneo pienso que he llegado a entender la luz, no de forma discursiva, sino a través de una experiencia sensual del sol de mi infancia.» Y yo me sentía igual. Unas fotografías expuestas en el mueble central permiten asomarse a la intrahistoria de las obras, con un Sorolla impecablemente vestido, trabajando desde su parasol rodeado de brochas y herramientas de trabajo.

En la sección «Drama naturalista», se nos presenta la faceta más propiamente costumbrista de la obra de Sorolla, con imágenes de bueyes y pesca en las playas del Cabañal. De nuevo, la luz del Mediterráneo reflejando luces de mil colores en la espuma del mar, el agua, las velas. Me gustaron especialmente Escenas de taberna y Pescadoras valencianas,  que dejan entrever, por un lado, a pescadores compartiendo historias de altamar y, por otro, la espera de las mujeres al regreso de los marineros tras la faena.

La tercera sección se centra en el otro tipo de habitantes que típicamente podía encontrarse en esas mismas playas al principio del siglo XX: los veraneantes burgueses y sus colonias de casas imponentes adyacentes a los poblados marítimos. Sorolla retrata con igual maestría las dos realidades de la Malvarrosa. En esta ocasión pintando retratos de señoras con elegantes sombreros, y terrazas de casas burguesas que nada tienen que ver con los humildes barracones o los pescadores descalzos que hemos visto en las salas previas.

La muestra concluye con una pequeña sala dedicada a las pinturas que Sorolla dedicó al mar de Jávea. Es la sala donde más aglomeración de visitantes se produce y es fácil entender por qué. Fascinado por la unión entre mar y montaña que se da en este pueblo alicantino, Sorolla escribe emocionado a su esposa Clotilde contándole su hallazgo. Se exhiben pinturas de pequeño tamaño de enclaves como el cabo San Antonio, la isla del Portichol o, sencillamente, del mar contra la orilla rocosa que se puede encontrar a lo largo de cualquier punto de la bahía.

Con estas dos exposiciones, exponiendo material de su amplio archivo y catálogo y con muy poco espacio usado de forma muy efectiva, el Museo Sorolla vuelve a conseguir emocionar al público, sumergiéndole en el universo mediterráneo del valenciano en una fecha tan simbólica como es el centenario de su fallecimiento. Y yo salí directa a comprarme un billete de tren a Valencia.

ESCRITO POR: