Ron contra Don

viernes, 31 de marzo de 2023

Ron DeSantis y Donald Trump en una visita de éste a Florida en julio de 2020 / Trump White House Archives (flickr)



Artículo traducido del inglés original, publicado en la revista británica The Spectator el 11 de marzo de 2023.

Cuando Donald Trump se presentó a las elecciones presidenciales de 2016, se enfrentó a un político muy bien financiado y que había tenido mucho éxito como gobernador de Florida. Y lo destruyó. Trump humilló al «apocado» Jeb Bush, hijo y hermano de presidentes, y criticó el legado de su familia hasta tal punto que el partido Republicano de la era Bush es recordado como un auténtico desastre.

Jeb metió la pata de nuevo la semana pasada. En declaraciones a Fox News, respaldó en cierta medida a Ron DeSantis, el actual gobernador de Florida y el rival más fuerte de Trump para la nominación republicana de 2024. «Creo que estamos a las puertas de un cambio generacional, espero que así sea», dijo Jeb. «¿Y quién mejor para hacerlo que alguien que ha estado alejado de Washington, que ha gobernado eficazmente, y que, creo, ha demostrado que Florida puede ser un modelo para el futuro de nuestro país?»

Ríete del beso de la muerte. Jeb después aclaró que estaba «elogiando, no respaldando» a DeSantis, pero ya era tarde. El ejército fanático de Trump tenía el relato que buscaba: el viejo y corrupto establishment quiere que Trump se vaya y venga DeSantis; el «cambio generacional» significa en realidad que las élites quieren devolver al partido a la época pre-Trump de la política «normal». De eso nada.

¿Cómo lidiará DeSantis con el aluvión de insultos que está a punto de recibir? Puede que tenga más garra que Jeb Bush, que en un mitin llegó a pedir al público que «por favor aplaudiera». Pero parece tener las mismas dificultades en mostrarse carismático. Mide algo menos de 1,80 y ha sido objeto de burlas por usar botas de cowboy para parecer más alto. «Tiny D» (diminuto D) es al parecer uno de los apodos que Trump ha estado «probando», junto otros como «Ron DisHonest» y «Ron DeEstablishment». También lo intentó con «Ron DeSanctimonious» (algo así como Ron el mojigato), pero los entusiastas estudiosos del determinismo nominativo de Trump consideraron que el insulto no estaba a la altura. En todo caso, se ve de qué que va esto: «Don» hace reír a la gente; Ron, no tanto. Hay quien dice incluso que tiene algo de Asperger.

«DeSantis es un introvertido en un mundo extrovertido» es la manera en que lo expresa Roger Stone, el aliado de Trump que conoce perfectamente la política de Florida. «Se enfada cada vez que se enfrenta a una pregunta o una situación difícil». «Se está a gusto con él» —añade Nigel Farage, el exlíder del Partido del Brexit en el Reino Unido y también confidente de Trump— «pero cuando Donald Trump entra en una sala, se nota. No sé si se puede decir lo mismo de DeSantis».

Cómo cambian las cosas. Hace unas semanas, parecía que el gobernador de Florida no podía cometer errores. Después de las elecciones de mitad de mandato de noviembre, cuando varios candidatos importantes que habían sido respaldados por Trump perdieron elecciones que se esperaba que ganaran, DeSantis, que había ganado la reelección por casi 20 puntos porcentuales, emergió como el favorito entre los republicanos. Pero cuando finalmente Trump hizo su esperado anuncio de presentarse, DeSanctis se hundió.

Los grandes donantes del partido, muchos de los cuales nunca habían estado cómodos con el Don, se volcaron hacia el Ron. Fox News y el resto del imperio mediático de Murdoch abrazaron «DeFuture». DeSantis parecía ser «Trump con neuronas», un candidato que podía conducir el toro del populismo de America First (Estados Unidos lo Primero) sin asustar a los moderados de ambos partidos.

El problema es que ya estamos casi en 2024 y, a medida que «DeSantis: Make America Florida» pasa de ser simplemente una idea bonita a convertirse en una campaña real, tendrá que enfrentarse con la realidad tortuosa de la política de derechas del siglo XXI. Las encuestas muestran que, a pesar de todo lo que se habla del hartazgo de Trump, Donald está ampliando su ventaja entre los votantes republicanos: la última encuesta de Morning Consult lo sitúa en el 53 por ciento, frente al 28 por ciento de DeSantis. Otra encuesta parece indicar que, en una lucha contra el Presidente Joe Biden, Trump lidera 46 frente a 42 por ciento. DeSantis, por el contrario, estaba cuatro puntos por detrás de Biden.

Los analistas políticos tienden a olvidar lo astuto que es Trump en campaña. Hace dos semanas, se adelantó a todos sus rivales en visitar y comportarse como un presidente en East Palestine, Ohio, donde el descarrilamiento de un tren enorme había generado un vertido tóxico. Esta semana, Trump ha estado golpeando desde la izquierda, insistiendo en que, a diferencia de DeSantis, él protegerá el gran «sistema de seguridad social» o «Medicare», el sistema federal de seguros de salud para mayores de 65 años. DeSantis niega las acusaciones, pero lo cierto es que su historial de voto demuestra que son ciertas. Esto le perjudicará entre los votantes de las primarias Republicanas, que son cada vez más viejos y más pobres.

Sin embargo, los partidarios de Trump serían ingenuos si menospreciaran el atractivo de DeSantis pensando que es sólo una burbuja inflada por los medios de comunicación. DeSantis no ha comenzado oficialmente su campaña presidencial y ya se ha ganado a una parte sustancial del electorado Republicano. Según cálculos del sociólogo del New York Times, Nate Cohn, a DeSantis le está yendo mejor en las primeras encuestas de las primarias que a Ronald Reagan en 1980, John McCain o Barack Obama en 2008, Mitt Romney en 2012 y Joe Biden en 2020.

«DeSantis tiene muchas cosas buenas», admite Stone. «Es disciplinado y entiende que el centro de gravedad político ha cambiado y Trump fue el que provocó ese cambio. Eso le convierte en un rival mucho mejor que cualquiera de los que tuvo Trump en 2016».

DeSantis puede ser algo raro, pero es inteligente —estudió en Yale y en la facultad de derecho de Harvard— y aprende rápido. Muchos republicanos han intentado reinventarse siguiendo el modelo trumpiano, pero ninguno ha tenido tanto éxito como DeSantis. En 2018, la primera vez que se presentó a gobernador, sabía que no podía ganar sin el apoyo de Trump. Lo consiguió elogiándole en Fox News. Hizo un anuncio electoral en el que estaba leyendo a su bebé «The art of the deal», un libro de Trump: «Entonces el señor Trump dijo: «¡Estás despedido!». Me encanta esa parte».

Desde entonces, DeSantis ha desarrollado su propia marca política. Se le ha comparado con Richard Nixon: un hombre cohibido y cauteloso que, sin embargo, está dispuesto a correr grandes riesgos. Durante la pandemia se destacó por enfrentarse a lo que llamó «el estado de seguridad biomédica». Florida fue el primer estado en quitar los confinamientos y la obligación de llevar máscaras, mientras los supuestos científicos ponían el grito en el cielo. Logró dar la imagen de que Florida era un paraíso de libertad durante los años de la pandemia: cientos de miles de estadounidenses amantes de la libertad se mudaron a Florida y su economía creció. Podría decirse que es el gobernador con más exito del siglo XXI. A DeSantis ahora se le reconoce internacionalmente como alguien que da la batalla cultural y la gana. Su eslogan es «Florida es donde lo woke va a morir», (parafraseando el dicho de «Florida es donde América va a morir» en referencia a que muchos personas se mudan allí al jubilarse), y eso es algo que a los cada vez mayores baby boomers les encanta escuchar. Y dice estas frases sin inmutarse. Ha superado la vergüenza.

DeSantis tiene 44 años, que es muy poco para los estándares de la gerontocracia estadounidense. La ruta más segura para él habría sido esperar su momento mientras Trump, de 76 años, se embarcaba en su último lance por la Casa Blanca. Los que están más metidos en la política de Florida dicen que por él habría esperado, pero que su esposa Casey, una atractiva expresentadora de televisión a la que le gusta vestirse como Jackie Kennedy, le empujó a presentarse. Los DeSantis tienen una forma de hacer campaña muy de vieja escuela y no tienen problemas en poner a sus hijos pequeños con vestidos elegantes delante de las cámaras.

En Florida existe la norma incómoda de «renunciar para presentarse», que requiere que los cargos estatales electos renuncien a su puesto antes de presentarse a un cargo federal, pero se espera que sea derogada pronto. Mientras tanto, DeSantis ha estado haciendo todo lo que se esperaría que hiciera un candidato presidencial. Acaba de sacar unas memorias soporíferas, The Courage to Be Free, y las está usando como excusa para recorrer el país dando discursos.

Hace dos domingos, habló en la Biblioteca Reagan en California, y tenía planeado visitar los estados de Iowa y New Hampshire, que votan antes que los demás estados. Está perfeccionando su mensaje antiwoke hablando sobre la ley y el orden, denunciando la locura de la identidad de género, y detallando cómo su programa de impuestos bajos en Florida podría ser un modelo para todo el país.
Otro punto que se menciona con frecuencia a favor de DeSantis es que, como candidato Republicano, podría ayudar al partido a pasar página de la amarga obsesión de Trump con el «robo electoral» de 2020. Como gobernador de Florida, supo abordar las preocupaciones de muchos votantes -tantos Republicanos como Demócratas- sobre la integridad de los procesos electorales, hizo reformas y ganó merecidamente con una mayoría indiscutible.

Pero ahí radica quizás el mayor problema de Ron. Los estadounidenses, y en especial los estadounidenses Republicanos, todavía están cómodos con esa discusión, y ahí es donde Donald Trump aparece de nuevo con fuerza. Su teoría de la conspiración sobre lo que sucedió en 2020 no es tan impopular como a la mayoría de los expertos les gusta pensar. Incluso el debate sobre del 6 de enero, ese día de infamia que los Demócratas creen que debería llevar a expulsar a Trump para siempre de la vida pública, ha comenzado a cambiar. La semana pasada, el presentador de Fox News Tucker Carlson, comenzó a publicar imágenes nunca vistas de aquel día, describiendo de manera provocativa lo que mostraba como «un caos por lo general pacífico».

Los medios internacionales se burlarán de Carlson y lo llamarán fantaseador de extrema derecha. Pero no se puede negar que lo que está sacando a la luz muestra una imagen muy diferente de lo que sucedió en Washington ese día. Por ejemplo, ¿por qué los agentes de policía escoltaron educadamente por el edificio al llamado «Chamán de QAnon», el hombre que se convirtió en el rostro salvaje del asalto al Capitolio, como si le estuvieran dando una visita guiada? Lo que es aún más preocupante es que ninguna de estas grabaciones fuera dada a conocer por el Comité Especial del Congreso sobre el asalto del 6 de enero. Este sesgo tan obvio refuerza la retórica incendiaria de Trump sobre la maldad de los poderes ocultos del Estado.

En esencia, el discurso de Trump para 2024 es, a nivel interno, a una batalla cada vez más beligerante contra esos poderes ocultos, el «estado profundo» estadounidense; mientras, de cara al exterior, se presenta a sí mismo como el candidato de la «paz a través de la fuerza». En su discurso ante el Conservative Political Action Coallition (CPAC), afirmó: «Antes de que llegue a la Oficina Oval habré acabado con la desastrosa guerra entre Rusia y Ucrania». A cualquiera que le acuse de ser blando con Rusia, le insiste en que como presidente le dijo a Vladimir Putin que bombardearía Moscú hasta arrasarlo si se atrevía a invadir Ucrania. Esa forma de hablar pone a sus rivales electorales menos experimentados en un aprieto: o aceptan su extravagancia y se convierten en persona non grata en las reuniones sociales, o siguen la línea de la OTAN sobre la defensa de la libertad y aceptan ser metidos en el saco de los «neoconservadores belicistas». Cabe destacar que DeSantis perdió su serenidad habitual de nuevo el mes pasado cuando le preguntaron sobre su posición respecto a Ucrania.

Además de eso, Trump se ha dedicado a publicar videos pornográficos del hijo de Joe Biden en su plataforma Truth Social. También está lanzando propuestas extravagantes pero populistas, como otorgar dinero en efectivo a las mujeres estadounidenses que tienen bebés y construir Ciudades de la Libertad futuristas con «vehículos de despegue y aterrizaje vertical para familias e individuos». «Es impredecible e innovador», dice Roger Stone. «¿Coches voladores? ¿a quién no le gustaría eso?».

¿No estas entretenido? DeSantis no tiene nada de ese encanto un tanto aberrante: ofrece un regreso sobrio a la cordura Republicana. Trump promete aún más extravagancias y venganzas bíblicas. «Para aquellos que han sido tratados injustamente y traicionados, yo soy su venganza», dijo en el CPAC. Eso toca una fibra profunda del alma estadounidense. Y todavía falta que empiece a usar Twitter de nuevo…

Artículo traducido del inglés original, publicado en la revista británica The Spectator el 11 de marzo de 2023.

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