Navidad

domingo, 18 de diciembre de 2022

Iglesia de la Natividad en Belén / Jorge Fernández Salas (Unsplash)



Ser cristiano es renunciar a la lógica, porque su fundamento es el misterio. Lo que constituye sin duda la más inteligente aportación a la psicología humana colectiva, puesto que si se basase en algo aceptablemente comprensible tendría que someterse al escrutinio de la razón, con el riesgo de que apareciese alguien más listo y desmontase todo el andamiaje. Las religiones para serlo tienen que ser enigmáticas. Porque si no, el Dios en el que se sustentan no pasaría de funcionario responsable del archivo de nuestros desvaríos. Así que ¡bienvenidos a lo inexplicable!

Quien esto escribe pertenece a la multinacional Monoteísmos, área Cristianos, departamento Católicos, sección Reparaciones y Puesta a punto. Atalaya desde la que la Navidad y la Resurrección aparecen como las dos pinzas que sostienen por sus extremos el blanco lienzo de la fe, tendido al sol para el perfecto secado de todas sus incongruencias. Que una vez aceptadas como parte fundamental de nuestra razón de ser, nos permiten disfrutar de cada una de ellas con toda naturalidad.

Ahora toca la Navidad, o lo que es lo mismo, la teología llevada al peligroso umbral de los sentimientos. Es el momento de despedir a los exegetas porque la belleza no necesita explicaciones. En medio de tantos desalientos conforta la simplicidad de un nacimiento como argumento definitivo para devolvernos la esperanza. Se trata de un misterio; pero tan bello que aunque fuera sólo por eso merecería nuestra entrega incondicional.

Es frecuente que la Navidad despierte a lo largo de la vida distintas valoraciones. Desde la ilusión mágica infantil, hasta el hastío en la madurez, cuando se es consciente de la utilización espuria que los mercados y los intereses meramente materiales se atreven a hacer de ella. Pero me alegra decir que ese fenómeno negativo es temporal. Dura hasta que llega la edad de pensar, cuando por fin se tiene tiempo para mirar alrededor y uno se da cuenta de que las preguntas que propone la Navidad sólo se pueden responder desde la inocencia.

Permitámonos el lujo de aparcar la racionalidad que, puestos a ser exigentes, sólo sirve para las matemáticas, y enchufemos la máquina de hacer picadillo los argumentos. No hacen ninguna falta para entender que un niño nació en Belén de chiripa, porque sus padres tuvieron que ir allí a empadronarse, por orden de César Augusto, para lo de los impuestos, como siempre. Eran tiempos revueltos, como siempre; y las religiones oficiales tenían respuesta para todo, como siempre; pero que no debían de gustar a todo el mundo. Así que el problema no es que Dios se decidiera a venir a arreglar el tinglado que estaba manga por hombro, sino ¿por qué decidió hacerlo entonces y no ahora que está peor que nunca? Imposible de entender. Es la primera pincelada de lo que luego se llamaría cristianismo, y que nos merece un respeto, aunque sólo sea por la evidencia histórica de que es indestructible, como lo demuestra el que haya sido capaz de sobrevivir a Herodes, a Tiberio, a Carmena y al Padre Ángel.

Es el momento de dejarse conmover por nuestros grandes poetas, desde Lope de Vega y San Juan de la Cruz, hasta Alberti, Gerardo Diego y Luis Rosales, cuando envuelven sus poemas en la luz de la Navidad. O de repasar, con el Concierto de Navidad de Corelli al fondo, las innumerables interpretaciones del
misterio de Belén, que todos los grandes pintores nos han dejado a lo largo de los siglos. Me vuelvo hacia la inocencia, convencido de que es el argumento definitivo del misterio de la aparición entre nosotros de aquel pequeño que según los viejos profetas se llamaría Emmanuel, que significa Dios con
nosotros, para desearos a quienes tenéis la amabilidad de leerme y a vuestros seres queridos: ¡Feliz Navidad!


Artículo distribuido de forma privada el 5 de diciembre de 2021.

ESCRITO POR:

Ignacio Despujol es Licenciado en Filosofía y Letras, y especialista en comunicación empresarial y marketing. Ha sido profesor en las Universidades Pontificia de Comillas-ICADE, Complutense, Autónoma de Madrid y CEU San Pablo, co-autor de «Comprender el Arte» (Biblioteca UNED) y autor de «La otra cara de la publicidad» (en preparación).