Nada y grita «libertad»

domingo, 18 de diciembre de 2022

Las Nadadoras / Working Title Films




Las nadadoras, de Sali El Hasaini

134 min. Netflix


Esta semana he recibido en dos de mis grupos Whatsapp la misma recomendación: «para ver, The Swimmers, es buenísima». Convencí a mi marido para verla por la noche, solos, sin niños –que nunca se sabe y soy de las que prefiero ver una película dos veces, antes de que vean algo inadecuado–.

No soy crítica de cine, no sé si la fotografía es buena, ni si el sonido o la banda sonora merecen la pena. A mí las películas de la factoría Netflix me parecen que tienen todas el mismo halo teatral o de bajo coste. Y la verdad, no me importa. Soy tan básica como muchos de vosotros, las películas me gustan si la historia es buena, si no se hace larga, si tiene algo que contar y está bien contada. También me gustan las que su único propósito es hacernos reír, pero éste no es el caso.

Me gusta la historia. La historia que narra, que además es real, de superación personal y está contada sin artificios.

Me gusta por la relación tan preciosa que tienen las dos hermanas protagonistas; a veces pienso en si la relación que tienen mis hijos es así de sólida.

Me gusta porque, aunque no nos guste, el éxodo sirio es parte de la Historia más contemporánea. El debate que se generó. El problema de abrir o no fronteras. El acogimiento de tantos refugiados. La espera de los que aún están en los campos de Grecia, Hungría…

Porque te cuenta un drama que miles de personas viven en todo el mundo. No os diré los nombres de las protagonistas, para que no googleéis y os hagáis el destripe vosotros mismos.

Porque te sitúa muy bien en ese drama de la guerra. El terror de las bombas sólo paraliza las vidas de los que mueren, el resto han de seguir con ellas.

Porque es una historia llena de esperanza, aunque en el camino las cosas cambien y no salgan como esperamos o deseamos. Y de fortaleza, virtud tan necesaria en tiempos cambiantes.

Porque te recuerda que la vida hay que vivirla según las propias convicciones y perseguir lo que se busca, los propósitos que nos hacemos.

Porque no hay mejor objetivo que salvar a la familia, que es lo primero. Siempre.

Porque a veces pensamos, desde nuestro mundo acomodado, que nos merecemos todo lo bueno que nos pasa y que los otros se merecen lo malo. Y se nos olvida que nadie merece la tiranía de la guerra, de un político o de un grupo.

Porque el drama de los refugiados no ha terminado. Y no hace falta irse a Grecia. Pero igual tenemos la oportunidad de ayudar a alguien que está más cerca.

Definitivamente volveré a verla con mis hijos. Porque la película cuenta la vida de dos jóvenes nadadoras, pero también es la historia de mi amiga Hiba y su marido. Un matrimonio sirio que llegó a Alemania en 2016. Ella maestra de escuela, él abogado. Con dos hijos pequeños, de las edades de los míos. Que se vieron con lo puesto en un país que les acogía pero desprendidos de su patria, de su familia, de sus raíces.

En aquel entonces mi alemán era pobre –ahora lo es menos–. Me cruzaba cada día con Hiba al dejar a los niños en la escuela primaria. Yo sonreía y rezaba una jaculatoria, porque si a mí me había costado adaptarme al frío, imaginaba lo duro que sería para ella. Llegó el verano, y empezó la temporada de tenis. La entrenadora de mis hijos me pidió permiso para meter al niño refugiado en el mismo grupo. No lo dudé. Comenzamos a hablar, medio alemán, medio inglés, con ayuda de un traductor. Al final del primer día de entrenamiento me dijo: «gracias por sonreírme siempre», nos dimos un abrazo y quedamos en vernos cada semana, durante el tenis. Con el tiempo tuvo un tercer hijo, lo llamó Josef. Hoy nos encontramos en la calle y esperamos juntas en alguna cola a que nos llegue el turno. Nos reímos. Como ríen las nadadoras al final de la película.

ESCRITO POR:

Periodista española afincada en Alemania, escribe sobre tendencias y estilo de vida.