La noche electoral

viernes, 28 de julio de 2023

Pedro Sánchez preside el Consejo de Ministros el martes 25 de julio | Pool Moncloa / Fernando Calvo



Mucho se está hablando de los resultados electorales del pasado domingo. Y mucho que se hablará.

Las elecciones representaron un triunfo del sanchismo; por muy poco, pero triunfo. El PSOE, uno de los partidos que forma parte del sanchismo, tuvo uno de los peores resultados de su historia con sólo 122 diputados, siendo superado por el PP, que consiguió 14 diputados más. A pesar de haber quedado en segundo lugar, cuando ya se conocieron los resultados, el líder del sanchismo, Pedro Sánchez, salió a una tribuna instalada en la puerta de la sede del PSOE en Ferraz y desde allí dirigió unas vibrantes palabras a sus enfervorizados seguidores en las que dijo textualmente: «somos muchos más los que queremos seguir avanzando, así que españolas, españoles, compañeras y compañeros, somos muchos más los que queremos que España avance y así seguirá siendo».

Que decir la verdad no es uno de los defectos que cultive Sánchez lo saben todos los españoles, los que le votan y los que no; por eso, no nos sorprende que mienta siempre con todo descaro. Y en esas palabras incluía una mentira aritmética indiscutible. Cuando dice que «somos muchos más», ¿a quién se refiere? Porque la suma de los votos de PP y Vox en las elecciones ha sido de 11.124.000, mientras que la de los del PSOE y Sumar (ese engendro que el propio Sánchez ha creado para que el comunismo presentara un aspecto de pasarela de modelos y no de malencarados pateadores de policías) ha sido de 10.774.000, es decir, 350.000 votos menos. Que la diferencia no es muy grande, el 3,2%, es verdad; pero que los partidos de la derecha han sacado más votos que los de la izquierda es indiscutible, aritméticamente indiscutible. Claro que la aritmética y las cuatro reglas creo que están ya erradicadas de nuestras escuelas con las leyes educativas socialistas.

Sin embargo ¿por qué utilizaba enfáticamente la primera persona del plural para anunciar su inexistente triunfo?, ¿quién es el sujeto de ese «somos muchos más»? (perdón por utilizar términos gramaticales que, probablemente, también están ya erradicados de las escuelas españolas bajo el socialismo). Responder a esas preguntas aclara aún más, si es que fuera necesario, qué es el sanchismo y cuál es el papel que se atribuye su líder. Porque es evidente que, al utilizar esa primera persona del plural, no podía referirse a los socialistas, que habían quedado en segunda posición y con un resultado muy flojo.

Cuando, con entusiasmo, usa la primera persona del plural es porque considera que todas las demás fuerzas que nunca votarán derecha, son parte de su equipo. Es decir, que se considera a sí mismo el líder máximo de ese conglomerado que le dio el poder en 2018 y que le ha mantenido hasta ahora, y que el difunto Rubalcaba denominó «Frankenstein».

En la noche electoral, sobre esa tribuna, no había la menor duda de que Sánchez hablaba orgullosamente como el líder de Frankenstein, es decir, del conjunto formado por su PSOE (nada que ver con el que crearon los socialistas Willy Brandt, François Mitterrand, Bruno Kreisky, Olof Palme y el liberal Walter Scheel en 1974 para que en España hubiera un partido socialdemócrata capaz de frenar al comunismo), la amalgama de comunistas (del PCE actual, marxista-leninista, que nada tiene que ver con el eurocomunismo de Berlinguer, Marchais y el Carrillo de los años setenta; del Podemos bolivariano; y de los seguidores de Laclau y el wokismo), filoterroristas de Bildu, golpistas de ERC, y nacionalistas de Junts per Catalunya y del sabiniano PNV, que son racistas por definición. En fin, lo mejor de cada casa.

Al hablar así, erigiéndose en portavoz de todos esos grupos que, de manera más o menos explícita, quieren acabar con la Constitución del 78, cuando no directamente con España como Nación, Sánchez está, quizás por primera vez y sin que sirva de precedente, diciendo una verdad: yo soy el líder de todos vosotros, vuestros ideales los hago míos y vuestros objetivos también. Eso es muy de agradecer. Ya no es como en 2019, cuando juró que ni tendría ministros de Podemos ni pactaría con Bildu, para luego faltar a su palabra con todo descaro. Ahora está claro que a los filoterroristas, a los golpistas, a los racistas, y a los comunistas bolivarianos o laclauianos, los considera dentro de ese «nosotros» con el que exalta a sus masas.

Ya lo sabíamos, pero ahora tenemos que agradecerle que nos lo haya dejado tan claro. Como también hay que agradecer a todos los demás componentes de Frankenstein, empezando por Otegi, que no disimulen y que nos dejen claro que aceptan con alegría y entusiasmo el liderazgo de este señor, que pretende ser el mejor continuador de su antecesor en el cargo de secretario general del PSOE, Francisco Largo Caballero, quien aspiraba a que en España hubiera una guerra civil, objetivo que consiguió para desastre de todos los españoles y, en primer lugar, de los socialistas que le apoyaron.

ESCRITO POR:

Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense, Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas de Bachillerato, Profesor en el Instituto Isabel la Católica de Madrid y en la Escuela Europea de Luxemburgo y Jefe de Gabinete de la Presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ha publicado innumerables artículos en revistas y periódicos.