La educación sexual en los chicos del Reino Unido

miércoles, 12 de abril de 2023

Cristian Ungureanu / Flickr



Artículo traducido del inglés original, publicado en la revista británica The Spectator el 18 de marzo de 2023.

La masculinidad ha estado en crisis desde hace ya varias generaciones. La explicación que suele darse es que en la sociedad posindustrial no es tan importante la fuerza física. Ahora todos pasamos la vida en oficinas, haciendo hojas de cálculo para consumo de otros personas que también hacen hojas de cálculo. La teoría tiene cierto sentido. Pero hay algo que ha surgido recientemente: un rechazo al concepto mismo de masculinidad.

Según la casa de encuestas británica YouGov, en el Reino Unido sólo el 8 por ciento de las personas tiene una opinión favorable de los hombres blancos de entre 20 y 30 años, con mucho el nivel más bajo para cualquier etnia o grupo de edad. Los varones son presentados con frecuencia como peligrosos por naturaleza, agresivos y brutos, incapaces de controlar sus instintos. Se puede ver en el transporte público del Reino Unido, donde el gobierno ha puesto anuncios informando de que mirar fijamente es acoso sexual. Parece ser que ni siquiera se puede esperar que nosotros, los hombres, usemos la vista de manera adecuada.

Los adolescentes reciben habitualmente castigos en sus colegios incluso por las más mínimas infracciones de las políticas sexuales emergentes. En un prestigioso colegio de Inglaterra, el hijo de un amigo fue castigado recientemente por cometer el «delito» de comunicación espontánea con una niña. Él había enviado a una chica de otro colegio un mensaje presentándose. Según mi amigo, no había ningún elemento sexual en el mensaje. Era un simple saludo. Pero no importa: Ese tipo de comportamiento ahora es inaceptable.

Este cambio moral ha sido alentado por las redes sociales y por cada vez más universidades que disfrutan echando por tierra todo lo que no sea nuevo. Cosas que antes dábamos por sentadas, ahora son considerados simples constructos, y cualquiera que no esté de acuerdo es un misógino lleno de privilegios. Los seguidores de esta nueva fe son capaces de organizarse en Internet, e imponer su cosmovisión revolucionaria en la cultura y en instituciones que, simplemente, quieren una vida tranquila.

Basta ver la Global Boyhood Initiative (GBI), una organización que está preparando un nuevo plan de estudios –que se está pilotando en dos colegios de Londres– sobre la igualdad de género para niños. El año pasado, la GBI publicó un informe sobre la situación de los niños del Reino Unido que comenzaba sugiriendo que el género «no está ligado a los órganos sexuales» y luego llamaba a las familias «»fábricas» de género y heterosexualidad».

Tras el escándalo de Everyone’s Invited, una página de Internet que desde 2020 permitía publicar denuncias anónimas de comportamiento sexual inadecuado en los colegios privados del Reino Unido, ha surgido una industria «nicho» de tutores de «masculinidad tóxica». Uno de esas empresas es Beyond Equality, que ofrece sus servicios a cientos de colegios del Reino Unido, organizando talleres en los que animan a los chicos a despojarse de la «pesada e incómoda armadura» de la masculinidad. El propósito, dicen, es crear «comunidades seguras para todos» y poner fin a la «violencia de género». La implicación es clara: los hombres necesitan ser reprogramados.

«Los niños son vistos ahora como pervertidos en potencia», explica una exprofesora que decidió dejar la profesión el año pasado. «Había una obsesión con la victimización de las mujeres. Yo pensaba que habíamos logrado avanzar respecto a la instrucción sobre sexo y las relaciones, enseñando a los niños a tratar a todos con respeto, pero ese avance se ha revertido por completo».

Hace unas semanas, un colegio del condado de Essex envió una carta a los padres diciéndoles que iban a prohibir a sus hijos tener relaciones románticas con otros estudiantes. Se prohibiría cualquier contacto físico, incluido un simple abrazo. En la carta, el colegio decía que la política estaba pensada para «proteger a sus hijos. Si su hijo está tocando a otra persona, ya sea de manera consentida o no, cualquier cosa podría pasar. Podría provocar una lesión, hacer que alguien se sienta incómodo o que alguien sea tocado de manera inapropiada». ¿Realmente hay alguien que piensa que los niños pueden tener una lesión por ir agarrados de la mano?

Esta mojigatería histérica no nace por un resurgimiento de los valores conservadores, sino de un miedo progresista a los hombres. Al parecer, este comportamiento tan terrible está en todas partes. En 2021, Ofsted, la agencia del gobierno británico responsable de establecer y controlar los estándares educativos, preparó un informe que decía que el 79 por ciento de las estudiantes de colegios decían que en su colegio las agresiones sexuales ocurrían «mucho» o «con frecuencia». Pero parece que fuéramos incapaces de entender que las agresiones sexuales son malas, y que tratar a los hombres como si por naturaleza fueran alimañas sexuales, también es malo. Lo que era una preocupación justificada por las agresiones sexuales, se ha transformado en una misandria institucionalizada. No se quiere admitir que, como ocurre con todos los delitos, la proporción de delincuentes es en realidad muy pequeña. El mal comportamiento de unos pocos está provocando el maltrato a todos.

Otro profesor de una universidad de Londres coincide: «El nuevo marco sexual reafirma los roles de género de que los niños son estos seres masculinos realmente fuertes e insensibles y las niñas son estas cosas débiles que deben tener cuidado. Parece que estamos diciendo: «Eres una niña, van a querer abusar de ti, tienes que tener miedo»». Parece que no podemos aceptar la idea de que ciertos comportamientos de los chicos adolescentes —las peleas en los patios, los intentos torpes de ligar— son dificultades por las que es necesario pasar para convertirse en un adulto bien adaptado, estable.

Este exceso de regulación da como resultado niños que se sienten incómodos, con ansiedad y enfadados. El Servicio de Salud británico (NHS) descubrió que, desde 2017, la proporción de niños varones con posibles problemas de salud mental ha aumentado en más del 50 por ciento, hasta llegar a casi uno de cada cinco. La tasa de suicidio de varones de 15 a 19 años se ha más que duplicado en la última década. La psicóloga infantil Julie Lynn Evans apoyó inicialmente el movimiento Everyone’s Invited, pensando que era una respuesta necesaria a décadas de conducta inadecuada por parte los varones. Pero ahora le preocupa que el péndulo haya ido demasiado lejos. Los chicos salieron del confinamiento para entrar en una atmósfera algo histérica de «no toques, eso no está bien, es una agresión». Están siendo considerados culpables hasta que se demuestre su inocencia. Están como inmovilizados por miedo a hacer algo malo.

Me preocupa que los activistas intimiden de tal manera a los chicos, que se conviertan en jóvenes sin metas, sin ilusiones. En Estados Unidos, la proporción de hombres menores de 30 años que no han tenido relaciones sexuales en el último año se ha triplicado desde 2008, hasta llegar a uno de cada tres. Aunque para el Reino Unido aún se están recopilando datos, los informes apuntan a que se está produciendo la misma tendencia. Ha habido mucho nerviosismo con los «incels» (los involuntary celibates o «célibes involuntarios»), o los súper misóginos que odian a las mujeres. Pero sospecho que las mismas políticas que tratan de reducir la «masculinidad tóxica» también generan la forma más tóxica de masculinidad. Dile a alguien muchas veces que no te gusta cómo es, y al final lógicamente se pondrá en contra. El resentimiento pasa a ser mutuo.

Inevitablemente, ha habido una reacción negativa por parte de los chicos. Llegó en la forma del anglo-estadounidense Andrew Tate, una estrella de las redes sociales que proyecta un «estilo de vida ultramasculino y ultralujoso». Tate fue arrestado a finales del año pasado en su estridente casa para fiestas en Rumanía, donde está acusado de explotar a mujeres víctimas de la trata. Sus videos, en los que les dice a hombres tristes que dejen de tomar antidepresivos y vayan al gimnasio, han causado una especie de pánico entre los profesores del Reino Unido: Se temen que su autoproclamada «misoginia» esté convirtiendo a los niños en auténticos monstruos. Algunas profesoras se han quejado de adolescentes que escriben «MMAS» (make me a sandwich o «hazme un sándwich», una frase que se ha popularizado en redes sociales para denigrar a las mujeres) al final de sus deberes.

¿Por qué los adolescentes están tan emocionados con Tate? Según la exmaestra, los niños le decían: «Sé que ese tío es un idiota, pero es divertido y tiene razón. Está en contra de ideas que realmente necesitan ser confrontadas».

Tate es más un síntoma que el origen del problema. La gente joven se ha estado alejando de las políticas progresistas durante al menos los últimos años. El teórico político Eric Kaufmann reveló que los jóvenes, específicamente los varones, estaban volviéndose de derechas. En 2020, mucho antes de que surgiera Tate, se descubrió que los jóvenes de 18 años eran tan de derechas como las personas de cuarenta.

Mientras tanto, la mayoría de los menores de cuarenta años piensan que la búsqueda de igualdad para las mujeres ha llegado tan lejos que ahora se discrimina a los hombres.

Ciertamente algo pasa con los hombres jóvenes en Reino Unido. Por un lado, es mucho más probable que estén desempleados: un tercio de los hombres de entre 18 y 24 años no tienen trabajo ni lo buscan, frente a una quinta parte en el total de la población en edad de trabajar. Parte del problema es que las mujeres británicas han superado a los hombres en las solicitudes de acceso a las universidades desde mediados los ‘90. Así que las chicas, simplemente, están mejor preparadas. A ello añadamos la posibilidad de que los departamentos de recursos humanos quieran cubrir sus cuotas: por supuesto, optarán por el mejor candidato… siempre que sea mujer. Esto explica por qué a los varones en el umbral de la edad adulta les resulta más difícil conseguir no solo trabajo, sino también novia. Los hombres tienden a valorar el atractivo físico de sus parejas, mientras que las mujeres están interesadas en un conjunto más amplio de atributos, incluido el nivel potencial de ingresos futuros.

Con casi total probabilidad, además, estos hombres solteros y sin trabajo todavía viven con sus padres. Porque lo elevado del coste de la vivienda lleva a que dos tercios de las personas de entre 20 y 30 años vivan con sus padres. Con lo que llegamos a una conclusión alarmante: los hombres jóvenes no encuentran amor ni trabajo, y son incapaces de independizarse.

La descripción que hace Lynn Evans de los adolescentes podría aplicarse fácilmente a los hombres de poco más de veinte años: «Están en sus habitaciones y solo hablan con amigos a través de Internet. También están jugando a videojuegos y viendo un montón de pornografía. Viven en una especie de mundo imaginario». ¿Por qué molestarse en salir a un ambiente hostil para encontrar trabajo y novia cuando pueden saciar la necesidad de una sensación de logro, junto con el deseo sexual, en el dormitorio de su infancia, aunque sea de manera artificial?

Lo que está pasando recuerda al fenómeno de los hikikomori japoneses, varones adolescentes que se confinan en sus dormitorios durante meses y se pasan el día jugando videojuegos, mientras sus madres, tristes, les alimentan. Parecemos cada vez menos dispuestos a acomodarnos a cualquier forma de masculinidad. Como resultado tenemos una generación de jóvenes iracundos e infelices, que rechazan el mundo que les rechaza a ellos.

Artículo traducido del inglés original, publicado en la revista británica The Spectator el 18 de marzo de 2023.

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