La banda del Peugeot no es lo peor

sábado, 14 de junio de 2025

Teresa Ribera en el Congreso de los Diputados en noviembre de 2024 | Congreso



El informe de la UCO, que hemos conocido el jueves pasado, ha dejado meridianamente claro que los tres componentes del equipo que creó Pedro Sánchez para afrontar las primarias internas del PSOE, en mayo de 2017, son más que presuntos delincuentes a lo grande. Cerdán, Ábalos y Koldo, ahora lo sabemos con detalles, los acompañantes e íntimos colaboradores de Sánchez en el Peugeot 407, en el que recorrieron España para visitar las sedes socialistas, han utilizado su paso por la política para salir de pobres. Que utilizar la política para mejorar la situación económica personal es algo deleznable, inmoral y, probablemente, delictivo, no ofrece la menor duda. Pero cualquiera con un mínimo de sensibilidad sabe que no es lo mismo el que roba porque no tiene para comer que el que roba para pasar del Mercedes al Ferrari. Incluso la moral tradicional del catolicismo, al analizar el séptimo mandamiento de la Ley de Dios, «no robar», excusaba lo que llamaba el hurto famélico.

Y si miramos las biografías de los cuatro de la banda del Peugeot nos encontramos que ninguno de ellos era rico y, lo más llamativo, que ninguno de ellos tenía preparación profesional para hacerse rico, como mucho para sobrevivir con esfuerzo, como hace la inmensa mayoría de los españoles.

Koldo venía de una familia humilde de Baracaldo y no se le debieron dar bien los estudios porque no parece que tenga ninguna titulación académica; pero era grande y fuerte y eso hizo que encontrara algunos trabajos como guardia de seguridad; dicen que llegó a ser vigilante de un club de mala fama en Pamplona, a la vez que entraba en el PSOE para actuar de escolta y chófer de líderes.

Ábalos viene también de una familia humilde, era el séptimo de ocho hermanos y éste sí que logró estudiar algo: se graduó en Magisterio y trabajó unos meses en un colegio; pero muy pronto descubrió que, en el PSOE, de appartchik del partido, ganaba mucho más que de maestro de niños.

Cerdán era electricista de su pueblo, Milagro, en Navarra; una profesión que puede dar para vivir dignamente, pero mucho más humildemente que de dirigente de un partido.

Y, por último, Pedro Sánchez, del que, como llevamos siete años viéndole actuar con arrogancia como Presidente del Gobierno y paseándose en el Falcon por todo el mundo, algunos pueden pensar que tiene una especial preparación académica y profesional; pero no es así: acabó Económicas en la universidad privada de los Agustinos de El Escorial y, desde antes de acabar sus estudios, se incorporó al PSOE como apparatchik; de hecho, todos los sueldos que ha ganado en su vida se los debe a la política y, cuando ya se sabe que la tesis doctoral que presentó en otra universidad privada, la Camilo José Cela, está puesta en cuarentena y nadie la valora, no está claro que fuera de la política pudiera tener el poder y el dinero que preveía manejar dentro.

De manera que es comprensible que, cuando se convocaron aquellas primarias socialistas, decidieran jugar a fondo la baza que se les presentaba, porque, si conseguían el éxito que buscaban, sus vidas iban a mejorar ostensiblemente, las vidas de los cuatro, mientras que, si no, tendrían que seguir viendo qué es lo que los nuevos jefes les querían dar, porque, fuera del partido, sabían de sobra que hace mucho frío.

En sus viajes por España siempre jugaron la baza ideológica que había incorporado Zapatero al PSOE, que tenía y sigue teniendo dos ejes: el odio a la derecha y la disposición incondicional a colaborar con comunistas y separatistas. Ahí se demostró que esa ideología, que nada tiene que ver ya con la socialdemocracia del PSOE que Willy Brandt patrocinó, es hoy la preponderante entre la militancia socialista, y así la banda de los cuatro consiguió lo que pretendía: hacerse con el poder en su partido. Nadie recordó que Sánchez en las elecciones generales de 2015 y 2016 había obtenido los peores resultados de la historia del PSOE, con 90 y 84 diputados respectivamente. El caso es que ganó las primarias y, desde el primer momento, colocó a su núcleo duro, la banda del Peugeot, en los puestos desde los que podían empezar a hacer lo que ahora se ha descubierto que han hecho.

Con ser grave lo que ha hecho la banda de los cuatro, siempre le encontraré la excusa, aunque mínima, de que lo hicieron para salir de pobre y mejorar su situación económica.

Mucho más grave es lo que, a partir de entonces, han venido haciendo esos socialistas y adláteres que, no teniendo necesidad de robar para ser ricos, porque ya lo son o de cuna o de profesión, han utilizado a la banda del Peugeot, con Sánchez incluido, para empujarles a lograr su objetivo de implantar una dictadura bolivariana, unido a, sin reparos, continuar enriqueciéndose y triunfando socialmente.

Empezando por la jueza Margarita Robles, auténtico cerebro de la maniobra de la moción de censura contra Rajoy hace siete años, convenciendo a Sánchez de que, aunque sólo tuviera 84 diputados y ni siquiera fuera diputado, podía ganarla si se juntaba a todo Frankenstein (Rubalcaba, entonces aún entre nosotros, dixit). Y siguiendo por Bolaños, que presume, nadie sabe por qué, de ser un buen jurista, dispuesto a todo para defender lo que queda de la banda del Peugeot, que ya sólo es Sánchez.

Junto a todos los que, teniendo una carrera y una profesión, no han dudado en incorporarse a un gobierno que era gobierno gracias a lo peor y más totalitario del mundo. Sigo sin comprender cómo dos personajes como Teresa Ribera y Nadia Calviño, que han sido vicepresidentas del gobierno de la banda del Peugeot, gracias al voto de comunistas y filoterroristas, han logrado unos puestos tan espectaculares de poder y dinero como la Vicepresidencia de la Comisión Europea (30.000 euros al mes, libres de impuestos) y la Presidencia del Banco Europeo de Inversiones (seis años a 381.000 euros por año, libres de impuestos).

Por no hablar de otros cómplices de la deriva totalitaria del actual gobierno -dispuesto a acabar de una vez con la división de poderes- como Escrivá, enfermo de arrogancia desde el Banco de España, o Planas, que, al menos, había hecho una oposición, o, sobre todo, como el máximo cómplice de todas las operaciones de la banda de los cuatro y su líder, Cándido Conde-Pumpido, que también presume de ser un gran jurista, todo porque aprobó las oposiciones de Juez en tiempo de Franco, que, ahora sabemos, eran más serias que en la actualidad, sobre todo si Bolaños y Sánchez se salen con la suya.

Muy mal los cuatro del Peugeot, pero mucho peor los niños y niñas bien que, en último término, se han unido a ellos para su promoción económica, social y política, a costa de acabar con la democracia en España, cuando no con la propia España.

ESCRITO POR:

Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense, Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas de Bachillerato, Profesor en el Instituto Isabel la Católica de Madrid y en la Escuela Europea de Luxemburgo y Jefe de Gabinete de la Presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ha publicado innumerables artículos en revistas y periódicos.