Historia, dignidad y justicia

viernes, 9 de diciembre de 2022

Iñaki Arteta, junto a víctimas de ETA y estudiantes de periodismo el día del estreno del documental / Comunidad de Madrid




Sin libertad. 20 años después, de Iñaki Arteta

110 min. Disponible en vimeo.com


Franco falleció pocos días antes de mi cuarto cumpleaños. No conocí su régimen, dictadura, periodo o como narices sea llamado. Sí conozco en cambio la España posterior, tan repleta de posibilidades como traspasada por heridas supurantes. Una de ellas es el terrorismo, todavía más presente que pasado.

Su demente modus operandi: el chantaje a las instituciones estatales, mediante la extorsión, secuestro o asesinato de personas, utilizadas como mercancía coactiva con la que imponer a todos objetivos revolucionarios, antidemocráticos, totalitarios.

La injustificable inhumanidad terrorista radica en su naturaleza indiscriminada. Nadie es ajeno a su injusticia sumaria: militares, policías, políticos, empresarios, periodistas, gente corriente… Toda una sociedad tutelada por grupos criminales; todos expuestos, nadie libre, en primera y última instancia.

ETA, GRAPO, Terra Lliure, FRAP… componían un siniestro telón de fondo tan presente que los días sin noticia suya más eran macabros intervalos de espera que excepciones. El terrorismo era pues un asunto tan indeseable como inevitable de tratar en casa, expresando convicciones amenazadas y esperanzas ensombrecidas.

¿Qué ocurría entretanto con las familias de los asesinados? ¿Alguien se ocupaba de las víctimas del terrorismo? ¿Por qué éste es hoy tan desconocido en España para las nuevas generaciones? ¿Quién es responsable de semejante omisión histórica? ¿Qué se puede hacer…?

Tratando estas y otras cuestiones, el documentalista bilbaíno Iñaki Arteta continúa ahondando con «Sin libertad. 20 años después», en su labor audiovisual de reparación personal, social y moral a las víctimas del terrorismo de ETA.

La persistencia del problema tratado condiciona el planteamiento narrativo de este filme y de toda la obra del cineasta, siempre sin narrador. Que es un modo elocuente de devolver la voz a los intervinientes principales, víctimas todos ellos.

Junto a la transmisión oral, sus voces y expresiones, manos, gestos y rostros -uno de ellos aún oculto-… contribuyen a conformar un trabajo más arraigado que nunca en el tiempo y su huella.

Buena parte del interés narrativo reposa en esos rostros. Como los de tantas otras personas, arrojadas a un ostracismo de injusticia no reparada, humillación, silencio, olvido… al que las aberrantes instrumentalizaciones terrorista y política, mantienen encadenadas. Pero también las omisiones de una sociedad aletargada, además de cómplice en tantos lugares.

Veinte años después del primer «Sin libertad», el segundo entraña entonces algo de reencuentro con «conocidos». Tan intenso, que el contraste entre ambos sirve para constatar sufrimientos sin paliativos. Por eso impresiona contemplar las fisuras abiertas en las caras por el transcurso de un tiempo lacerante.

Una singularidad del documental es su cuño educativo, más orientado a las nuevas generaciones y ya perfilado en «Bajo el silencio», el anterior filme de Arteta. Entonces el cineasta decidió que el entrevistador fuese un joven periodista más bien ignorante del asunto, que recogiera testimonios en el entorno abertzale durante 2020, ya amañada la paz actual.

Ahora Arteta encomienda la tarea interrogativa a cinco estudiantes de periodismo de entre dieciocho y veintitrés años, de diversas procedencias, también elegidos de modo aleatorio y aún más desconocedores del problema.

Las formas contrapuestas también inciden en el fondo. El pasado conserva su policromía; la del presente, aparece reducida al blanco y el negro. Un modo eficaz de subrayar el escepticismo de tantas víctimas, ante la crítica situación y el ceniciento panorama actuales.

También es significativa la recurrente presencia ante las cámaras de quienes trabajan tras ellas. Este recurso a un espacio fílmico diáfano, a la visibilidad de los bastidores, me parece una audacia escenográfica, reforzadora de una voluntad inequívoca de veracidad, antítesis de los sesgos torticeros de que Arteta es acusado. Porque bien consciente es de que la trascendencia de preservar y transmitir la verdad histórica, radica en su carácter de entrega e inversión permanente. Tal como Claude Lanzmann hizo en «Shoah», Rithy Panh en «La imagen perdida» o Andrzej Wajda en «Katyn».

ESCRITO POR:

Enamorado de las buenas historias, sean la del cine o las narradas en las películas que ve y los libros que lee. Sobre ellas piensa, habla y procura escribir en La Occidental y otras publicaciones. Es autor «John Ford en Innisfree: la homérica historia de 'El hombre tranquilo' (1933-1952)» y coautor de los libros Cine Pensado, entre otros.