Gracias, Sebas, y bienvenida, Valeria

viernes, 17 de marzo de 2023

© La Occidental



«¡Madre, qué nervios!». Esperanza y Guzmán esperaban a que fueran las 10 de la mañana para atender la videollamada. Unos días antes, el mismo día en que Sebas habría cumplido 6 años, les habían llamado de Adopciones para confirmarles la cita con Adopciones de otra Comunidad Autónoma.

Mes y medio antes les habían comunicado que había una bebé con complicaciones de salud esperando ser adoptada. Pero no sólo tenía que salir airosa de su operación de corazón, sino que ellos tenían que ser la familia elegida, porque había otras familias deseando también cuidar de ella. ¡Qué largas esas semanas sin noticias! ¿Le habrán operado ya? ¡Ojalá vaya bien la intervención! ¿Estará solita? ¿Pasará hambre o frío? ¿Le cogerán en brazos? ¿Le hablarán?… Tenían claro que lo más importante, al fin y al cabo, no era que se la asignaran a ellos, sino que Valeria recobrara la salud y disfrutara del calor de un hogar y una familia que no había podido tener durante sus primeros meses de vida en el hospital.

Atrás quedaban para ellos los meses de trámites, entrevistas, cuestionarios, test… que no había manera de acelerar. «Tenéis tres meses para cumplimentar el cuestionario; no lo podéis entregar antes». Y eran inevitables los nervios en cada paso del proceso, aunque la idoneidad para la adopción quedaba clara viendo a su familia, numerosa y divertida.

Si la visita a la vivienda familiar hubiera sido al inicio del proceso y no al final, estoy segura de que se hubieran ahorrado tanto test. Durante la visita, los técnicos de adopción -psicólogos y asistente social- y hasta los propios padres se sorprendieron con la espontaneidad y sencillez con la que los hijos les urgían a adoptar un hermano: «¡Tiene que ser ya!; hemos pedido mucho por los papeles; yo quiero un niño; yo quiero una niña…» El hijo mayor, universitario, les metía prisa con otros argumentos: «si tarda en llegar, puede que haya terminado la carrera, me ponga a trabajar y no pueda estar con él, ¡y yo quiero disfrutar de mis hermanos!» A Esperanza y Guzmán les daba igual que fuera niño o niña, español o extranjero, más o menos bebé… siempre y cuando tuviera Síndrome de Down, como su insustituible benjamín Sebas, a quien tanto echaban de menos. «Vamos a pujar por vosotros en cuanto haya algún niño disponible», se despidieron encantados los técnicos… y hasta transformados, diría yo. ¡Y vaya que si pujaron!

Por fin llegó la hora de la videollamada. No querían hacerse ilusiones: ¿Habría superado la niña la operación?, ¿estaría presente alguna otra familia idónea? Mejor pensar en que se la iban a asignar a otros, y que la niña también estaría allí fenomenal… «Que sea lo que Dios quiera.»

La noticia de que había una bebé adoptable no la sabían sus hijos. Preferían no crearles esperanzas que podían no llegar a ninguna parte. Y en un segundo plano quedaban los planes que habían hecho con tiempo para el próximo puente: «¿Habría que cancelarlos? … ¡Ojalá!»

La puntual videollamada no se alargó. «¡A falta de que Valeria salga del hospital, somos sus papás! Estoy temblando de la alegría, de la emoción y de los nervios… ¡y tengo que irme ahora a trabajar!… ¡Somos los elegidos!»

La niña, efectivamente, había tenido más complicaciones de salud. «Pero como somos así de cabestros les dijimos: “Nos da igual el informe médico”… Pufff… ¡ya ves…! Después de lo que nos ha pasado con Sebas, es que me da igual. Por morir, me puedo morir yo en cualquier momento». Con la videollamada querían explicarles con detalle la delicada situación de salud en la que se encontraba Valeria. Todavía no tenían ningún compromiso con ella y Adopciones habría entendido perfectamente que, a la vista de las complicaciones, Esperanza y Guzmán quisieran dar ahora un paso atrás. 

«Estoy tan cardiaca que si no me tuviera que ir a trabajar me ponía unas zapatillas y corría no 20, como el otro día, sino 40 km… He tenido que ir a ver a Sebas ahora mismo (al columbario) porque esto es del Cielo directo» explicaba Esperanza en un audio de WhatsApp. «Y se lo tengo que decir a mi jefe. Es que no puedo… ¡me muero! Ese es el peor trago. Ahora estoy más cardiaca que antes de la videollamada… ¡Estoy muy contenta! … ¡Estamos muy contentos!», seguía Esperanza casi sin coger aire.

Tras recibir la noticia, la familia de Guzmán y Esperanza, ilusionada, trataba de imaginarse a la niña que en unas semanas tendrían finalmente en sus brazos. La abuela les llamó entusiasmada desde una tienda de ropa de bebé: «Tengo en la mano un pijamita que seguro necesitará Valeria… ¿qué talla le compro?» «Mamá, no te puedo decir; tiene unos 6 o 7 meses, y como tiene Síndrome de Down puede ser pequeñita… mejor espera un poco a que sepamos algo más de ella».

¡Y por fin llegó el momento de la primera videollamada con Valeria presente! Sería por WhatsApp, directamente con la familia de acogida, con la que Valeria había estado algunas semanas desde que le dieron el alta tras la operación de corazón. «Estábamos emocionados todos. Fue impresionante. Estuvimos un rato en silencio. Me ha dado respeto verla con tanta sonda. La familia hablaba con normalidad de que es superfácil todo. Le he pedido a la mamá de acogida que me haga un vídeo de cómo se limpian las sondas. Los padres de acogida son muy buenos … ¡qué maravilla de gente! Nos hemos hecho como una familia. Nos han dicho que podemos hacer videollamadas todos los días, y nos darán las maquinitas del oxígeno y de la alimentación… Aún quedan dos semanas para ir a por ella».

Y dos semanas después, con Sebas muy presente y tras dejar lista una preciosa cunita para la vuelta, recorrieron en coche los 800 kilómetros que les separaban de su nueva hija y de sus nuevos amigos. «Los médicos están preocupados por el viaje, e incluso sugieren hacerlo en avión; y es que son muchos kilómetros, pero no hay vuelos directos». Allí fueron unos días muy intensos, de revisiones médicas, papeleo y sobre todo de convivencia. Familia de acogida y familia de adopción. «Estamos todo el día en su casa. Comemos. Damos paseos. Vamos, ¡que nos metemos de lleno! Son gente muy buena.»

Y tan familia se hicieron, que Esperanza y Guzmán pidieron sobre la marcha a estos maravillosos padres de acogida que fueran padrinos de la niña que les había unido. Y éstos, con lágrimas de emoción, aceptaron el compromiso que les mantendría vinculados a la pequeña para siempre.

«Tenéis que hacer un diario de estos días para que no se os olvide nada», le sugerí impresionada por la cantidad de vivencias bonitas que comentaba cada día.

«¡Síí! ¡A ver! Cuando me tranquilice algún año de estos…»

Pues Esperanza, con tu permiso, con vuestro permiso, con permiso de Sebas y de Valeria, lo cuento yo a mi manera mientras encuentras un hueco para hacerlo tú…

El 21 de marzo se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down, en referencia a la trisomía del cromosoma 21 característica de las personas con síndrome de Down. Este artículo también está escrito en agradecimiento a la madre biológica de Valeria, por haberle dejado nacer.

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