El teatro electoral

jueves, 13 de abril de 2023

Detalle de la portada de La Occidental de 25 de marzo de 2023 / La Occidental - Siegfried Farnon



Artículo publicado en la versión de papel de La Occidental de 25 de marzo de 2023

Llega «el cuarto domingo de mayo» y, como cada cuatro años en esa fecha, llegan también las elecciones municipales para todos los ayuntamientos de España. También se celebran elecciones autonómicas en todas las comunidades, salvo en Cataluña, País Vasco y Galicia, por un lado, y Andalucía y Castilla y León, por otro. Las regiones de Cataluña, País Vasco y Galicia no celebran elecciones porque son Comunidades que nacieron ya con el pie cambiado y nunca han querido acompasarse, no fuera a ser que los García de Galicia, Cataluña y País Vasco votaran a la vez que sus primos del resto de España, y eso les hiciera darse cuenta de que no son tan diferentes como piensan. Andalucía y Castilla y León tampoco votarán este mayo porque sincoparon la legislatura anterior con elecciones en 2022, y habrá que ver si vuelven a sincronizarse con las demás. Madrid, aunque también tuvo elecciones anticipadas en 2021, tiene un Estatuto que le obliga a celebrarlas ahora de nuevo. Pero quién sabe si dentro de unos años no tendremos 52 jornadas electorales autonómicas diferentes. Con legislaturas de 4 años, saldría a más de una elección al mes. Menos mal que, de momento, los ayuntamientos no funcionan así.

Pero aunque todavía falten dos meses para las elecciones y la campaña electoral no comience oficialmente hasta el día 12 de mayo, los partidos llevan ya tiempo en actitud electoral. Los candidatos enfatizan sus diferencias o similitudes con sus líderes autonómicos y nacionales según les convenga, y se rompen algunas coaliciones, sean éstas más o menos explícitas. Hace pocos meses, el presidente socialista de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, se declaraba «muy contrario al Gobierno» de Pedro Sánchez por «pactar con los delincuentes su propia condena», en referencia a la eliminación del delito de sedición y la rebaja de la pena asociada al de malversación, pactada por el Gobierno con sus socios separatistas. También Javier Lambán, presidente socialista de Aragón, criticó tímidamente las leyes promovidas por el PSOE. Pero como es habitual, no hicieron nada más allá de esas declaraciones, y los diputados socialistas castellano-manchegos y aragoneses votaron a favor de las reformas del Gobierno de PSOE y Podemos. Fernández Vara, presidente de Extremadura, también del PSOE, defendió al Gobierno frente a las críticas de Page.

La preocupación por ser asociados al partido del Gobierno sí es más visible en los candidatos del PSOE a nivel municipal. El alcalde socialista de León presentó hace unas semanas su imagen de campaña, que no sólo no hacía referencia alguna al PSOE, sino que incluso evitaba usar el color rojo característico de su partido. Lo mismo sucede en ciudades andaluzas como Granada o Huelva, donde sus alcaldes socialistas, Francisco Cuenca y Gabriel Cruz respectivamente, han omitido toda mención al PSOE en su material de campaña. Teniendo en cuenta que los alcaldes están mucho más cerca del ciudadano de a pie que los presidentes autonómicos o diputados nacionales, todo esto parecería un mal presagio para el PSOE en las elecciones municipales. En el caso de Andalucía, ese temor se ve reforzado por los resultados de las elecciones autonómicas del año pasado, cuando el candidato del Partido Popular, Moreno Bonilla, obtuvo mayoría absoluta. Habrá que ver si es así.

Pero así como hay un movimiento de distanciamiento de la imagen del PSOE nacional por parte de sus candidatos, también hay otro de cohesión con sus socios allí donde gobiernan. Es el caso, por ejemplo, de Navarra, donde la coalición de PSOE, Podemos y los separatistas de Geroa Bai, que gobierna también gracias al apoyo de EH Bildu, parece convencida de que no merece la pena ceder el gobierno por diferencias internas, y la única duda es si será la socialista Chivite o la separatista Uxue Barkos quien presidiría la Comunidad Foral en caso de sumar la mayoría. Y lo mismo ocurre en la Comunidad Valenciana donde, a pesar de las aparentes diferencias durante la legislatura entre el Socialista Ximo Puig y sus socios de Compromis y Unides Podem, ahora parecen dispuestos a llegar a los acuerdos que sean necesarios para mantener el poder, visto el ascenso de Partido Popular y Vox en las encuestas.

Esa unión y claridad de objetivos que muestra la izquierda en su conjunto, no parecen tan presentes en la derecha. Más bien al contrario: Las dos comunidades que, junto a Ceuta, gobierna el Partido Popular y tendrán elecciones en mayo, han hecho en las últimas semanas gestos de alejamiento respecto a Vox. En la última sesión de la legislatura de la Asamblea de Madrid, la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, dijo a Vox que «a partir de hoy es bueno que cada uno siga su camino», después de que éstos no apoyaran la iniciativa del Partido Popular para ofrecer una fiscalidad ventajosa a los residentes en el extranjero que vinieran a instalarse en Madrid. Por su parte, López Miras, presidente de la Región de Murcia, cesó en enero a la Consejera de Educación, exparlamentaria de Vox que había votado a favor de López Miras en la moción de censura que habían presentado contra él PSOE y Ciudadanos.

Quizá todo esto sea parte del teatro electoral. Pero, con unos votantes más parecidos entre sí de lo que parecen pensar Partido Popular y Vox, y cuya prioridad es frenar a Sánchez y su cambio de régimen, cualquier decisión que no parezca ayudar a ese objetivo puede costar muchos votos. De momento, resulta difícil explicar cómo la ausencia de Feijóo de la reciente moción de censura y la abstención del Partido Popular puede haber ayudado a sus candidatos, incluido el propio Feijóo. Vox, por su parte, parece haberlo entendido mejor: en un mitin reciente en Valladolid, Santiago Abascal no sólo aseguró que el gobierno de coalición de Partido Popular y Vox en Castilla y León no corría ningún peligro, sino que tuvo buenas palabras para el presidente Popular de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco.

Parece que todo está por decidir. Según las encuestas recientes, lo único cierto de las próximas elecciones autonómicas y locales es la casi total desaparición de Ciudadanos. ¿Lograrán los candidatos socialistas conseguir que sus votantes olviden quién es el que en realidad mueve sus hilos? ¿Conseguirán Partido Popular y Vox convencer a los suyos de que pueden vencer a Sánchez?

Según el departamento de recursos humanos de una conocida multinacional, una buena forma de conocer a un candidato es pedirle que describa en detalle algunos de sus logros pasados. Para ello hacen preguntas como: ¿Qué pasos concretos diste? ¿Con quién hablaste? ¿Qué dijiste para convencerte? ¿Cuál fue tu papel concreto dentro del equipo? ¿Cuáles fueron los resultados de esas acciones? Etc.

Los ciudadanos estamos a punto de contratar a quienes van a administrar no sólo nuestro dinero, la recogida de basuras o el asfaltado de las calles, sino también nuestra salud o la educación de nuestros hijos. Sería bueno que, como ese departamento de recursos humanos, también nosotros tomáramos la decisión de a quién votar basándonos en los logros y comportamiento pasado de los candidatos, más que en su puesta en escena electoral.

Se abre el telón de la obra de teatro de las elecciones. Pero ojo, porque es un teatro inmersivo en el que, si elegimos mal a los actores, las víctimas saldrán de entre el público.

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