El premio del terrorismo

sábado, 28 de junio de 2025

Francisco Javier Echevarrieta, luego Txabi Etxebarrieta, autor del primer asesinato de ETA en 1968



Seguro que Mario Vargas Llosa, cuando hace más de 56 años empezó a escribir su «Conversación en La Catedral», no podía imaginar que la frase que puso en la tercera línea de esa novela: «¿En qué momento se había jodido el Perú?», se iba a convertir en la más citada de toda su inmensa y extraordinaria producción. Y es que es muy natural y lógico que, cuando se contempla una catástrofe y, sobre todo, si se intuye que esa catástrofe tiene más de una causa, se venga a los labios la frase de nuestro Premio Nobel.

Pues eso nos pasa a muchos cuando vemos la situación política que ahora vivimos en España, que hace dos días describió muy acertadamente Felipe González cuando afirmó con contundencia que hoy en nuestra Patria «todo el poder lo manejan Bildu, Puigdemont y compañía».

Pues sí, aquí manda Bildu, que no es el partido heredero de ETA, sino que es la mismísima ETA, que ahora no mata porque considera que ya no lo necesita para conseguir sus objetivos. Recordemos cómo el 2 de julio de 1997 Egin, el periódico órgano de ETA, del que su actual portavoz en el Congreso, Mertxe Aizpurúa, era entonces editora, para dar la noticia de que Ortega Lara, después de haber pasado 532 días secuestrado en un agujero infecto, había sido liberado, llevaba a primera página el repugnante titular «Ortega vuelve a la cárcel». Y después de recordar estos antecedentes, contemplemos las sonrisas que esta persona, que está condenada por enaltecimiento del terrorismo, intercambia con Sánchez siempre que se reúne con él para decirle qué es lo que tiene que hacer para seguir contando con los entusiastas votos bilduetarras. O sea, para mandar en España.

Al señalar ese entusiasmo que socialistas y bilduetarras intercambian desde que Frankenstein está en el poder, tampoco hay que olvidar la arrogancia con la que Sánchez margina a Vox, el partido de Ortega Lara, para abrazarse con el de sus secuestradores.

Y aquí también manda Puigdemont, un prófugo de la Justicia, refugiado en Waterloo. Por cierto, ¡qué deplorable el marco jurídico europeo que ha permitido que un golpista y malversador lleve ocho años gozando de todo tipo de privilegios en Bélgica, un país que se supone es un Estado de Derecho, sin devolverlo a la Justicia española!

Si alguien tuviera la menor duda de que en la España que contemplamos -y que contempla Felipe González- manda Puigdemont, no tiene más que leer la sentencia del Tribunal Constitucional, redactada y aprobada por unos activistas políticos, disfrazados de juristas, a las órdenes de ese seguidor de Nicolás Maduro que es Sánchez, para consagrar como constitucional una aberración que Puigdemont, a medias con Santos Cerdán (¿les suena?), redactó en el extranjero, para darles a todos los enemigos declarados de España la oportunidad de asaltar todas las Instituciones.

Pues sí, cuando uno ve el mismo espectáculo que ve el que fue Presidente del Gobierno casi 14 años, no es de extrañar que se le venga a los labios la ya inmortal frase de Vargas Llosa «¿en qué momento se había jodido el Perú?» o, dicho de otra manera, ¿qué ha pasado en España para que ahora manden aquí terroristas y golpistas?

Contestar a la pregunta no es fácil. Si lo fuera y se identificaran bien todas las causas ya tendríamos avanzado mucho a la hora de enfrentarnos a Sánchez y a los que mandan en Sánchez. Pero no tengo la menor duda de que una de las causas que nos ha llevado a dónde estamos es el terrorismo de ETA.

Cuando el militante de ETA Francisco Javier Echevarrieta el 6 de junio de 1968 asesinó en Tolosa al Guardia Civil José Pardines, en lo que fue el primer asesinato de la banda, probablemente no pudo imaginar la importancia que empezar a matar iba a tener en el futuro de España.

La irrupción de una ETA dispuesta a matar, para empezar, despertó a los nacionalistas vascos y catalanes que llevaban ya mucho tiempo cómodamente adaptados al Régimen de Franco, que, a su vez, trataba a las Provincias Vascongadas y a las Catalanas con mucho más mimo que al resto de España. Si ETA no se hubiera puesto a la vanguardia de las reivindicaciones nacionalistas o independendistas, llegada la democracia, ni el PNV ni los pujolistas hubieran entrado en su desenfrenada competición de a ver quién era más antiespañol.

Y muy importante, el hecho de que ETA no parara de matar mientras las primeras Cortes democráticas elaboraban la Constitución hizo que las pretensiones nacionalistas fueran atendidas por los padres constituyentes con especial cuidado, con la buena intención, que se demostró ingenua, de dejarles sin argumentos para justificar la violencia que estábamos sufriendo. Citaré aquí sólo un dato: la inclusión de la palabra «nacionalidades» nada menos que en artículo 2; casi cincuenta años después no he conseguido saber qué significa esa palabra en ese sitio, pero sí sé que tiene que ver con esa ingenua voluntad de que, reconociendo todo lo que pudiera caber en esa palabra, los etarras dejaran de matar.

Puede parecer exagerado, pero, al intentar responder a la pregunta de «Conversación en La Catedral», lo primero que me ha venido a la cabeza ha sido la certeza de que la existencia de ETA y sus crímenes han sido determinantes en la política española desde que Echevarrieta mató a aquel pobre Guardia Civil hasta que ahora Sánchez se abraza con los seguidores de aquel etarra.

Lo que me lleva a una conclusión que me atrevo a calificar de dramática y que, por eso, la voy a expresar como una interrogación: ¿y si el terrorismo siempre acaba teniendo premio?

P.S. Si bien estoy de acuerdo con Felipe González en la descripción de lo que hoy pasa en España, no puedo aceptar que, en las mismas declaraciones, coloque al mismo nivel a Bildu y a Vox.

ESCRITO POR:

Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense, Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas de Bachillerato, Profesor en el Instituto Isabel la Católica de Madrid y en la Escuela Europea de Luxemburgo y Jefe de Gabinete de la Presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ha publicado innumerables artículos en revistas y periódicos.