El lobo de Crypto Street

jueves, 19 de enero de 2023

El fundador de FTX, Sam Bankman-Fried / Bybit (flickr)



El asunto de la quiebra de FTX, la que hace apenas 2 meses era la segunda mayor plataforma de intercambio de criptomonedas del mundo, es de momento un enorme lío. Habrá que esperar un poco de tiempo para que se asiente de nuevo el lodo, pero cada vez salen más elementos que dan un cariz de fraude por parte de la dirección de la empresa.

Entre los más significativos están el uso sistemático de localizaciones que intencionadamente tienen un nivel de regulación bajísimo, no solo bancario, sino en mercados de capitales (Hong Kong inicialmente y posteriormente Bahamas), la transferencia de dinero de terceros a una filial (Alameda Research) dedicada a la compra-venta especulativa, la compra casi compulsiva (más de 100 millones de dólares) de activos inmobiliarios de uso personal con dinero de la sociedad, préstamos por miles de millones de dólares a los fundadores de la empresa, y el uso de Excel para llevar la contabilidad de una empresa valorada en 32 mil millones de dólares… apenas dos meses antes de la quiebra.

Para no dejarme “pecadillos” en el tintero, puedo añadir las relaciones personales entre los principales empleados de la empresa, la nula solicitud de perfiles con experiencia para gestionar empresas de billones de dólares ajenos, o el hecho de que algunas personas (¿clientes?) pudieran sacar fondos de la empresa después de la solicitud de la bancarrota.  Todo un decálogo de lo que no se debe hacer en una empresa, especialmente de este tamaño

Creo que detrás de todo este vodevil hay un fraude muy claro y otro en la sombra. El obvio es que el tipo agarraba la pasta que los clientes depositaban en la casa de cambio, la cara más pública y amable del negocio, y se la pasaba a su ex-post novia para que jugara un rato en el casino de cripto monedas a través de derivados financieros de altísimo riesgo. Visto así, resulta que FTX no era una bolsa de valores, sino un vehículo de financiación de un hedge fund.

El fraude menos obvio proviene de la lectura del balance de FTX, donde se puede ver que la criptomoneda emitida por la propia FTX, a la que llama FTT y cuyo único valor teórico era el de reducir el coste de las comisiones de compraventa de criptomonedas para los clientes de la casa de cambio, representaba el 30% de los activos de la empresa. Repito, el 30% de los activos consistían en un «objeto» (a falta de un mejor nombre) creado por la propia empresa, y cuyo precio controlaba totalmente a través del cuasi monopolio que tenía sobre la propiedad y el mercado en el que se negociaba ese ‘objeto’. Si no puede llamar fraude directamente, el valor de ese «objeto» era sospechoso. Si me dan a elegir, prefiero sellos, que al menos se pueden regalar a los sobrinos para que los coleccionen en una carpeta.

Que todo esto suceda en un mercado regulado no es imposible, pero sí al menos mucho más difícil; pero no estar (ni querer estar) regulado tiene estas cosas. Es algo que nada tiene que ver con los cripto activos per se, pero son el vehículo perfecto para este tipo de abusos.

El protagonista de todo esto, Sam Bankman-Fried (SBF), era hijo de profesores de la universidad de Stanford, había estudiado en una de las mejores universidades técnicas de Estados Unidos (el MIT), tenía un breve pasado como broker en un banco de inversión, un interés declarado por la filantropía, una apariencia bonachona (aunque luego resultara ser un lobo con pelo de oveja en la cabeza)… El cóctel perfecto para convencer a una enorme cantidad de supuestos inversores «inteligentes» que estaban a por uvas: Entre otros a Sequoia, uno de los fondos de capital riesgo famoso por haber invertido en empresas como Apple, Cisco, Google, LinkedIn, PayPal o Zoom, que escribió un perfil de 13,000 palabras (ahora eliminado) sobre SBF comparándolo con el inversor George Soros y el banquero JP Morgan.  Fraudes como este volverán a ocurrir, pero a uno le queda la esperanza de la quiebra de FTX haga al menos un favor a la estética: que el próximo defraudador quizá vuelva a ir, como el Lobo de Wall Street, vestido con un fantástico traje y el pelo bien cortado, y que el truco de los pelos alborotados, camiseta y pantalones cortos al estilo SBF se agote por un tiempo. 

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