«El legado de Juan Carlos I», de Tom Burns Marañón

sábado, 22 de noviembre de 2025



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El legado de Juan Carlos I, de Tom Burns Marañón

Almuzara, 17,95€, 192 págs.


Estos días estamos recordando los trascendentales acontecimientos de hace cincuenta años: la muerte de Franco y la llegada al Trono de Juan Carlos I. Eso hace inevitable y, por otro lado, muy necesario intentar analizar y comprender la importancia que para la Historia de España y para los españoles tuvieron.

Eso es lo que ha hecho Tom Burns Marañón (Londres, 1948) con un ensayo que acaba de publicar, «El legado de Juan Carlos I» (Almuzara, noviembre de 2025), en el que estudia, con especial agudeza y profundidad, lo que el Rey hizo en aquellos momentos y cómo fue capaz de maniobrar para, a partir del legado que había recibido, conducir a España de un régimen dictatorial a la democracia.

Pocas personas están mejor preparadas que Tom para abordar este asunto. Para empezar, Tom es heredero directo de dos riquísimas fuentes de información de la Historia de España de las últimas décadas. Su padre, que se llamaba Tom Burns como él, fue un muy importante periodista y editor británico, que estuvo como Primer Secretario y Agregado de Prensa en la Embajada del Reino Unido en Madrid durante los años de la II Guerra Mundial. Y su madre, Mabel Marañón, era hija de Don Gregorio, que, además de prestigiosísimo médico, tuvo un importante protagonismo en la llegada de la II República y, en general, en la política y en la sociedad españolas desde los años veinte hasta su muerte en 1960. Así que el autor de este ensayo echó los dientes en su Londres natal oyendo hablar de lo que había pasado y lo que estaba pasando en España a personas que lo conocían de primera mano.

Tom, después de hacer la secundaria con los jesuitas de Stonyhurst, fue a Oxford, donde estudió Historia de España con Raymond Carr; y aprovechó los veranos de aquellos sus años universitarios para venir a España a participar en actividades que organizaba el SUT (Servicio Universitario de Trabajo, un organismo que creó el SEU -el sindicato universitario del franquismo- para que los estudiantes conocieran de primera mano aspectos de la realidad social española, que en sus Facultades nunca iban a conocer); así, un año pasó un mes de vagonero en el interior de una mina de carbón de Mieres, y otro en pueblos de La Cabrera leonesa, enseñando a leer y escribir a los que todavía no sabían.

Al terminar la Universidad, en 1974, le fichó la Agencia Reuters, para que viniera a Madrid de corresponsal. Desde entonces hasta ahora Tom no ha parado de ejercer como periodista y escritor desde España; y teniendo siempre a España como centro de sus preocupaciones y de sus pensamientos. Empezó con Reuters, pero en estos más de cincuenta años su firma ha estado presente en publicaciones muy prestigiosas, como la revista Newsweek, el diario The Washington Post, o el Financial Times. Desde hace más de veinte años su perfecto bilingüismo le permitió reconvertirse en columnista de Expansión, donde todas las semanas publica dos sesudos y documentados artículos sobre la actualidad más candente de España y del mundo.

Su apasionado compromiso con lo que pasa en España le llevó a ser el autor de una muy interesante trilogía de libros sobre el cambio político en España en forma de entrevistas: Conversaciones sobre el Rey (1995), Conversaciones sobre el socialismo (1996) y Conversaciones sobre la derecha (1997), obras indispensables para conocer detalles de nuestra Transición.

Con estos antecedentes se puede comprender que considere a Tom especialmente preparado para afrontar el reto que se ha propuesto con este ensayo.

Lo empieza de una manera extremadamente original y es que, como buen alumno inglés que ha sido, al contemplar la larga y compleja biografía de Juan Carlos, no ha podido por menos de acordarse de las tragedias que su William Shakespeare dedicó a esos reyes ingleses de la Baja Edad Media (los Ricardos II y III y los Enriques IV, V y VI) y a ese Enrique VIII con el que llegó el Renacimiento a las Islas. Shakespeare se sumerge en las intensas, complicadas y muchas veces trágicas vidas y trayectorias de estos reyes para contar su historia, al mismo tiempo que para reflexionar sobre las pasiones humanas de las que estos monarcas fueron sujetos.

Y es que, aunque Tom no entra en demasiados detalles, sí que recuerda muchos de los acontecimientos de la vida de Don Juan Carlos y, al contemplarlos, cualquiera llega a la conclusión de que no ha sido nada fácil. Desde su nacimiento en Roma, donde viven exiliados su abuelo, Alfonso XIII, y sus padres, Juan de Borbón y María de las Mercedes de Borbón; su infancia en Lausana y luego en Estoril; su llegada a España en 1948 para convertirse, a sus diez años, en el punto de encuentro, o de desencuentro, entre su padre, el Conde de Barcelona, y el Caudillo de España, Francisco Franco; los treinta años que pasa en España hasta heredar la Jefatura del Estado como Rey de una Monarquía que no se sabía si era restaurada o instaurada y, a continuación, traer la democracia a España. Por no hablar de sus años finales en el Trono, que acaban con otro exilio, esta vez en Abu Dabi.

El núcleo de su interesante ensayo es el análisis de cómo Juan Carlos hizo suyos los legados que, de una u otra forma, le entregaron por un lado Franco y por otro su padre, para lograr su objetivo final: traer la democracia a España. Para lo que, en primer lugar, analiza lo que esos legados contenían.

Unos legados que estaban llenos de confusiones y contradicciones, como Tom muestra con brillantez.

Franco había ganado una terrible guerra civil contra una República que, con el Frente Popular, había renunciado a ser una democracia liberal para convertirse en un simple paso hacia el socialismo real, similar al de la Unión Soviética. Pero a Franco, que había instaurado un régimen muy autoritario, en ningún momento se le ocurrió reponer en el trono al Rey Alfonso XIII, que estaba en su exilio romano.

Al mismo tiempo, Alfonso XIII, el 15 de enero de 1941, un mes antes de morir, abdica de sus derechos dinásticos en su quinto hijo, Juan de Borbón, que, en agosto de 1936, a sus veintitrés años, había venido a España para ofrecerse a luchar junto a los sublevados del 18 de julio; ofrecimiento que no fue aceptado por éstos.

Don Juan, nos cuenta Tom, cuando los aliados desembarcan en Marruecos en noviembre de 1942 para comenzar su intervención en Europa en plena Guerra Mundial, hace unas declaraciones, conocidas como el Manifiesto de Ginebra, en las que asegura que la Monarquía será restaurada y que «mi suprema ambición es la de ser el rey de una España en la cual todos los españoles, definitivamente reconciliados, podrán vivir en común». Ni que decir tiene que a Franco y al régimen que acababa de instaurar, esas declaraciones les molestaron profundamente. Pero eso no fue nada comparado con la irritación que en el franquismo produjo Don Juan en 1945 con el Manifiesto de Lausana, que, según Tom «fue un quítate tú que me pongo yo que exigía la entrega con armas y bagaje del franquismo a una monarquía reconciliadora, tolerante y justiciera».

La respuesta de Franco fue la Ley de Sucesión, aprobada por referéndum en julio de 1947 de manera abrumadora, pero ya se sabe cómo son los referendos en las dictaduras; con esa Ley España era reconvertida en Reino, aunque sin Rey, y con la que, dice Tom, se «atornillaba a Franco en el poder como Jefe de Estado vitalicio y dejaba en sus exclusivas manos la decisión sobre quién sería el futuro rey».

Pues bien, cuando parecía que el enfrentamiento entre Don Juan y Franco era total, el 25 de agosto de 1948 Don Juan fue a entrevistarse con el Generalísimo en el Azor, y allí acordaron que su hijo, Juan Carlos de Borbón, se educaría en España bajo la tutela del general Franco; y el 7 de noviembre el Príncipe, de diez años de edad, pisaba suelo español por primera vez y sin siquiera hablar con soltura nuestra lengua, para caer en las garras del dictador.

Desde entonces y hasta que, en diciembre de 1978, los españoles aprobamos en referéndum -esta vez completamente limpio y democrático- nuestra actual Constitución, Juan Carlos va a vivir treinta años en los que, como demuestra Tom en su más que sugerente libro, va a ser capaz de conjugar el legado que le venía del franquismo con el que le otorgaba ser el primogénito del heredero de la legitimidad de la Monarquía que había reinado en España desde el final de la Edad Media. Y así, conseguir cerrar la anomalía que había supuesto la dictadura y entregar a los españoles una España convertida en una democracia liberal a la altura de las más libres del mundo

Y lo va a hacer con una inteligencia y habilidad portentosas. Tom insinúa, y creo que tiene toda la razón, que una de las claves de ese histórico éxito de Juan Carlos fue la de hacer creer a casi todo el mundo que era tonto. Demostrando así una inteligencia extraordinaria. Los falangistas más radicales del franquismo le despreciaban, los monárquicos más ortodoxos no entendían que obedeciera más a Franco que a su padre, y los de la izquierda antifranquista consideraban que iba a ser «Juan Carlos el Breve» porque decían que no se enteraba de nada.

Pero él, a la chita callando, supo recoger el poder absoluto que le otorgó Franco para hacer realidad lo que Tom cuenta que el mismo Franco le había dicho alguna vez antes de morir: «Su Alteza tendrá que hacer las cosas de otra manera», y aprovecharlo para, de acuerdo con el ideal de los monárquicos juanistas, lograr que en España hubiera una Monarquía parlamentaria.

Para ello, tuvo también la inteligencia de contar con el tercer legado de que nos habla este ensayo, el de su propia generación. Juan Carlos tuvo también la inteligencia de, cuando llegó la hora de la verdad, la de cambiar radicalmente de régimen en España, recurrir a políticos de su generación, de la derecha moderada que había sido más o menos franquista, y de la izquierda moderada, que había sido más o menos antifranquista.

Si hacemos caso a Julián Marías, que desarrolla la teoría de las generaciones de Ortega y Gasset, podemos hablar de una generación cada quince años, lo que querría decir que los políticos de la generación de Juan Carlos, que nació en 1938, han sido los nacidos entre 1931, siete años antes que él, y 1945, siete años después. Y así vemos cómo Suárez, que era de 1932, y Felipe González, que es de 1942, fueron claves en la llegada y primera consolidación de la democracia. Entre sus contemporáneos supo encontrar a los que le ayudaron a lograr el espectacular éxito final, porque eso fue la Transición.

Tom, que vivió de cerca todos los episodios de aquellos años, nos cuenta todo esto con muchos detalles siempre interesantes y, en algunos casos, curiosos y no muy conocidos.

Por supuesto, también hace referencia, pero no muy extensa, a los años finales del reinado de Juan Carlos; esos años en los que es posible que, por errores incomprensibles, haya tirado por la borda mucho del prestigio que se ganó con toda justicia al traernos la democracia a los españoles. Lo que no quita para que, como cierra su denso ensayo, «la historia calificará a Don Juan Carlos como uno de los grandes reyes de España».

Al contemplar su biografía, no es de extrañar que Tom pensase que haría falta un Shakespeare para acercarse a comprender a fondo lo que ha sido y es el Rey que hoy vive como nació, en el exilio.

ESCRITO POR:

Licenciado en Filosofía y Letras (Filología Hispánica) por la Universidad Complutense, Profesor Agregado de Lengua y Literatura Españolas de Bachillerato, Profesor en el Instituto Isabel la Católica de Madrid y en la Escuela Europea de Luxemburgo y Jefe de Gabinete de la Presidenta del Senado y de la Comunidad de Madrid, ha publicado innumerables artículos en revistas y periódicos.