El drama del príncipe Harry – Acto I

jueves, 2 de febrero de 2023

El príncipe Harry en la Universidad de Canterbury en 2015 / CoenbrNZ (flickr)




En la sombra, del Principe Harry

Plaza & Janés Editores, 22,90€, 560 págs.


Más que una autobiografía del príncipe Harry, es una biografía de un personaje llamado Harry, escrita por un negro, J.R. Moehringer, a partir de conversaciones con el verdadero Harry. El libro es a la autobiografía lo mismo que una de esas novelas de Philip Roth donde el personaje principal se llama «Philip Roth» sería a la ficción, pero menos aburrida. Es fascinante, aunque no en la forma en que querría el verdadero Harry. Se trata de una colaboración desigual entre dos personas: una que es un ventrílocuo consumado, y otra que cree que finalmente ha encontrado su voz.

Harry sí grabó el audiolibro, así que sabe exactamente qué cuenta En la sombra. Quiere que sepamos que los animales le dan mensajes espirituales desde el más allá. Por lo general, los envía su madre, Diana la princesa de Gales, que murió de manera violenta en 1996, cuando Harry tenía 12 años y su hermano mayor, Guillermo, 15. Los mensajes comienzan cuando Harry tiene 14. Él y Guillermo están de safari en Botsuana, cenando en su tienda, cuando de repente aparece un leopardo. «Todo el mundo se quedó petrificado», dice Harry. «Menos yo.»

Avancé un paso hacia el animal […] Pensaba en mi madre. Ese leopardo era, sin ninguna duda, una señal enviada por ella, un mensajero dirigido allí para decirme: «Todo va bien. Y todo irá bien».

Pero el leopardo mintió. Harry no está bien. Él y Guillermo están traumatizados por la muerte de Diana. Su padre -ahora Carlos III- trata de consolarlos y los envía a un internado. Harry se niega a creer que Diana esté muerta. Se dice a sí mismo que su madre está escondida en un chalet suizo y se le aparece en sueños. Poco después, Harry comienza a beber y a fumar porros. Una noche, fumando con sus compañeros en un baño de Eton, probablemente el mejor internado de Gran Bretaña, Harry mira hacia los campos iluminados por la luna y se encuentra con su espíritu animal:

«Pásame el porro, colega.»

Una noche, sentado en la taza del váter, di una calada fuerte, levanté la cabeza para mirar a la luna, luego bajé la vista a los jardines de la escuela. Vi a varios agentes de la Policía del Valle del Támesis caminando de un lado a otro. Estaban allí montando guardia por mí. Pero en lugar de hacer que me sintiera protegido, hacían que me sintiera enjaulado.

Más allá de donde ellos estaban, sin embargo, se hallaba la seguridad. […] Cuánta tranquilidad hay en el mundo de ahí fuera… para algunos. Para aquellos que tienen la libertad de ir a buscarla.

Justo en ese momento vi algo que cruzó el patio como un rayo. Se paró en seco bajo una de las farolas naranjas de la calle. Yo también me quedé quieto, y me asomé un poco a la ventana. ¡Un zorro!

A lo mejor fue por la maría –sin duda fue por eso–, pero sentí una potente e intensa afinidad con aquel zorro. Sentía un vínculo más fuerte con él que con los chicos del cuarto de baño o con los demás compañeros de Eton; más incluso que con los Windsor que vivían lejos, en el castillo. En realidad, aquel pequeño zorro, como el leopardo en Botsuana, era como un mensajero enviado por alguien desde otro mundo. O tal vez desde el futuro.

En 2008, más de diez años después, el capitán Harry Wales, que ahora es el artillero en un helicóptero Apache en la provincia afgana de Helmand, se prepara para pasar la noche en el campamento. Está bebiendo chocolate caliente y con la mirada fija en la radio. Alrededor de la una de la madrugada, llega una ráfaga de mensajes sobre «Zorro Rojo».

Según las voces, el tal Zorro Rojo estaba metido en un buen lío, de eso no cabía duda. Deduje que Zorro Rojo era una persona. ¿Había hecho algo mal? No. ¿Alguien quería hacerle algo? Sí. A juzgar por el tono de las voces, estaban a punto de cargarse a Zorro Rojo. Bebí un trago de chocolate caliente, miré la radio con incredulidad y supe con total certeza que el tal Zorro Rojo era yo. […] De pronto pensé en Eton. En el zorro que había visto por la ventana del cuarto de baño, yendo colocado.

[…]

Mi mente volvió a Eton […] Así que al final sí que se trataba de un mensajero del futuro.

Una revista australiana se había enterado de que Harry estaba en Helmand. Era un objetivo de los talibanes, por lo que sus superiores decidieron llevárselo de allí por su propia seguridad y la de sus compañeros. A los 24 años, su carrera militar activa había terminado. El Ejército había hecho del príncipe «en la sombra» un líder y había valorado su talento. Le había dado un sentido por primera vez y le había mantenido lo suficientemente ocupado como para olvidar sus penas. Y ahora se acababa.

Pasará casi una década hasta que conozca a Meghan Markle en 2016. Estos son los años perdidos. Los espíritus animales se quedan en silencio y Harry se automedica. Bebe y fuma maría todos los días. Prueba la cocaína, las setas mágicas, ayahuasca y LSD en un intento de  correr el velo de la realidad y acariciar al leopardo perdido. Demasiado borracho hasta para andar, pierde popularidad en la noche. Se pelea con los fotógrafos y con su propio guardaespaldas. Tiene ataques de pánico cada vez que está en público. Se queda en la casa de Courtney Cox cuando ella no está, bebe mucho tequila, come muchas setas y tiene una alucinación en la que el váter le habla.

Harry no explica por qué el retrete parlante de Courtney Cox era una alucinación y sin embargo los espíritus animales son reales. En este momento de su vida, no puede explicarse nada a sí mismo. Está tan abrumado por la pérdida y el dolor que no puede recordar a su madre. Está atrapado en una «nube roja», una ira que dirige contra su débil padre Carlos, su intrigante madrastra Camila, su frío y conformista hermano Guillermo y, sobre todo, contra la prensa británica, a la que culpa de la muerte de su madre.

Diana es un leopardo, Harry es un zorro. Carlos es un león cobarde. Guillermo ha renunciado a ser él mismo, por lo que no tiene ningún animal. Kate es un perro que le quita a Guillermo a Harry. Solo, se desata aún más. En 2013 ya no puede controlar sus ataques de pánico y agorafobia.

Llegué a temer estar rodeado, sin más, de otros seres humanos. Por encima de todo, temía a las cámaras. […] El inconfundible chasquido del obturador que se habría y cerraba… podía dejarme fuera de combate durante un día entero. No tenía elección: empecé a quedarme en casa. Día tras día, noche tras noche, me apoltronaba, pedía comida y veía 24. O Friends. Creo que es posible que en 2013 viera todos los episodios de Friends.

Toca fondo: «Decidí que era un Chandler». En 2015, Harry es el célibe involuntario más famoso del mundo:

Todas las tardes volvía directamente a casa del trabajo, comía algo de pie en la cocina y me dedicaba un rato al papeleo mientras veía Friends de pasada con el volumen bajito. […] Echaba de menos la guerra.

Después de cenar, me fumaba un porro, asegurándome de que el humo no llegara al jardín de mi vecino, el duque de Kent.

Luego, me acostaba temprano.

Una noche de 2016, Harry recibe a través del éter el mensaje de que los animales espirituales regresarán. Al navegar por su cuenta de Instagram, ve a Meghan con un par de orejas de perro superpuestas digitalmente. Él siente conocerla bien desde el momento en que la ve, porque es sabido que todo el mundo muestra su verdadero yo en Instagram, especialmente las actrices. Es atrapado por esa versión domesticada de sí mismo. Es sobre todo una relación por Internet. Después de dos citas en persona, él le pide que le acompañe una semana de campamento a Botsuana. La cosa va en serio.

Harry lleva a Meghan a conocer a su familia en el castillo de Balmoral en Escocia. Van a dar un paseo junto al mar y ven unas focas tiradas en las rocas. Harry, que de niño estaba encantado con las historias mitológicas de su padre sobre las sirenas escocesas, llama a las focas, pero éstas le ignoran. Cuando Meghan llama, y estalla una «ópera de focas». «Es mágica de verdad», piensa Harry. «Hasta las focas lo sabían». Pero cuando regresan al castillo, el chef de su padre le regaña. Esas aguas están «infestadas de orcas», y el canto de sirena de Meghan era «como atraerlas a una muerte sangrienta».

Harry cuenta que mató a 25 personas en Afganistán con tan solo presionar un botón. Desde que eran niños, Harry ha defendido a Guillermo: «Cuando la pelea terminaba por fin, cuando nos marchábamos juntos renqueando, siempre me sentía lleno de amor por él, y veía que él a su vez sentía amor pero también cierta vergüenza. Yo medía la mitad que Willy, pesaba la mitad que Willy. Yo era el hermano menor; se suponía que era él quien debía salvarme a mí, y no al revés». También se suponía que Carlos salvaría a Harry, pero «papá» tampoco es muy valiente. Harry describe a Carlos como alguien bien intencionado, estirado, reprimido, obsesionado consigo mismo y vanidoso. Viaja a todas partes con su osito de peluche, como Sebastian Flyte en Retorno a Brideshead. Es un adolescente perpetuo, un hombre-niño que no puede asumir las responsabilidades de un adulto porque su madre se resistía a morir. Es superado por Camila, que tiene una «estrategia a largo plazo, una campaña dirigida al matrimonio y, con el tiempo, la Corona».

Dominic Green es miembro del Foreign Policy Research Institute y de la Royal Historic Society. Su último libro es «The Religious Revolution: The Birth of Modern Spirituality, 1848-1898». Su reseña de En la sombra continuará la próxima semana.

ESCRITO POR:

Dominic Green es colaborador del Wall Street Journal y miembro del Foreign Policy Research Institute y de la Royal Historic Society. Su último libro es «The Religious Revolution: The Birth of Modern Spirituality, 1848-1898»