El cinismo y Catar

jueves, 8 de diciembre de 2022

Comienzo del partido Croacia - Canadá en el Mundial de Catar 2022 / Ross Dunn (flickr)



Sí, los periodistas deportivos, más allá de cubrir el Mundial de Fútbol, se percatan de todo lo que subyace en Catar. Aunque nos cueste creerlo, son conscientes de la realidad que les rodea. Más allá de contar lo que sucede en el campeonato, que para eso han ido y para eso les pagan, son personas con criterio, con capacidad de análisis y opinión propia. Después de intercambiar impresiones con más de un enviado especial, he llegado a la conclusión de que Catar es un lugar fantástico para organizar un Mundial de Fútbol.

Sobre los derechos humanos, el debate nos lleva a extrapolar todo lo que mueve el fútbol a otros ámbitos de la vida. ¿Acaso no se hace turismo a países que también vulneran los derechos humanos? ¿No tenemos relaciones comerciales con ellos? Los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 no generaron tanto revuelo social, ni los Grandes Premios de Motociclismo o Fórmula 1 que se celebran cada año en países no democráticos, por llamarlos de alguna manera.

Puestos a rizar el rizo, el Mundial de Catar es más sostenible medioambientalmente de lo que nos hacen ver. Crear una civilización próspera en pleno desierto tendrá, obviamente, su impacto negativo en el ecosistema, no lo discuto. Por contra, tener todas las sedes del Mundial en un mismo lugar evitar traslados kilométricos en avión, ¡con lo que contaminan! Mientras en Qatar2022, siete de los nueve estadios están conectados con líneas de metro, en la próxima cita, las sedes se dispersarán entre México, Estados Unidos y Canadá. Hagan cálculos.

Echando la vista atrás, el Mundial de Rusia 2018 tampoco abrió el descarnado debate sobre el progreso social que suscita este. Los rusos, ya se sabe. Son como son… y ahora están en guerra.

Los progres de nuevo cuño usan y politizan el fútbol a su antojo. Faltaría más. Siempre se ha hecho. Ya sea como palanca de cambio, como motor de la paridad profesionalizando el fútbol femenino o como un «caballo de Troya» instalado en Doha.

Llamadme aguafiestas, pero siempre que se utiliza el deporte como herramienta integradora, me gusta matizar algo: su utilidad es limitada. No en vano, el deporte, en esencia, segrega sistemáticamente: por sexo, por edad, por peso, por nacionalidad… Asumido esto, está lleno de atributos tan positivos como fascinantes; todos ellos simbolizados a la perfección en el movimiento olímpico promovido por el barón Pierre de Coubertin y cuya llama sigue viva desde el siglo XIX.

El caso, y ya es una constante, está en «ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio». Y, sin necesidad de ir a la Biblia, nuestro refranero, siempre tan sabio, nos sirve también para explicar lo que ocurre en Catar: «Allá donde fueres…»

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