«Confiteor Deo omnipotenti…»

sábado, 22 de noviembre de 2025

El traje nuevo del emperador - Por Vilhelm Pedersen (1820 - 1859) | Wikimedia - Dominio público



     —Ave María Purísima.
—Concebida sin pecado.
—De ha un año no he confesado
más o menos. Gravosísima
es la carga que he acopiado. 


     La iré soltando según
el orden de mandamientos
que nos dio el Padre común, 
normas que rigen aún, 
ni valdrán frente a ellas cuentos. 


     —Llaneza y al grano, hijo. 
—Sí, padre. Quiero acusarme
de ver de que el crucifijo
esté sobre todo guijo
aunque con ello la arme. 


     De advertir a mi chirumen
cuanto al nombre del Señor:
«No existe empresa mayor, 
que perjuros no te abrumen:
“limpia, fija y da esplendor”». 


     Lejos de paganizar
nuestras católicas fiestas, 
busco las santificar. 
Y de, vayan todas puestas, 
de misa en latín gustar. 


     De tener en honra mucha
mucha a mis progenitores. 
De dispensarles loores
a la familia y la lucha
contra de patria ofensores. 


     De al nonato proteger, 
de al decrépito acudir, 
de al doliente socorrer;
de no estorbar el nacer
ni apresurar el morir. 


      A quien menté en el empiece
espoleo a que se rece, 
que es tan grande esta señora
que sacará de sus trece
al que en el sexto se escora. 


     —Sigue, hijo. —El Pobre es modo
en que a Jesús hay quien llama, 
y pienso le da del codo
el caballero o la dama
que lo juzga mal apodo.       
  

     Piso el octavo. La bilis 
se me altera al ver la filis
de la de andróminas pringue
sierva o si no se distingue
entre lo ál y el busilis. 


     Tocante al pudor, me acuso
de preferirlo al fangal
y echarle el fallo de iluso
al humano que repuso:
«Para mí es insustancial». 


     Del postrimero diré
que pido a Dios que nos dé
virtud para con la envidia
no flaquear en la lidia. 
Yo sin él nada podré. 


     Y, en pos, sin apesararme
injerir sones que he usado
en la del fin del rimado, 
quiero, padre, confesarme
de... no haberme equivocado. 
Jorge Schoendorff Ortega