«Aquel palacio acabó conmigo»

miércoles, 12 de abril de 2023

El «Palacio de Putin» / Por Экологическая Вахта по Северному Кавказу, Дмитрий Шевченко - http://ewnc.org/node/15499 y https://ciaec.ru/our-blog/otel-govorite/



Artículo traducido del inglés original, publicado en la revista británica The Spectator el 18 de marzo de 2023.

Lanfranco Cirillo, arquitecto y decorador de interiores de la élite rusa, niega horrorizado con la cabeza. «No. En absoluto». Es su respuesta a mi pregunta sobre si puso un retrete de oro e incluso una escobilla de oro en una villa que construyó y que la oposición rusa dice que pertenece a Vladimir Putin, y que llaman «el palacio de Putin». Hubo un tiempo en que manifestantes se burlaban de Putin agitando escobillas de baño pintadas de oro. Cirillo dice que todo es mentira. «En primer lugar, no me gusta el oro, me gusta el mármol. Y yo soy italiano. Para un italiano hacer un retrete en oro es algo contrario a su historia, a su cultura. No, ni retrete de oro, ni escobilla de oro».

Es una negación categórica. Pero Cirillo también niega que la construcción tenga nada que ver con Putin, a pesar de algunas pruebas flagrantes de lo contrario. Sea como fuere, su vida de éxitos en Rusia comenzó a desmoronarse después diseñar y construir la lujosa villa neoclásica en el Mar Negro. Ahora está siendo procesado en Italia acusado de evasión de impuestos y blanqueo de dinero. El juicio comenzó el mes pasado sin Cirillo, que me atiende por Zoom desde su oficina en Moscú. Un hombre apuesto de sesenta y tantos años con pelo negro que se está volviendo gris. Por encima de su hombro asoma un retrato del presidente ruso. «Me volví famoso en todo el mundo por ese palacio. Destruyó mi vida».

Un empresario ruso reveló el proyecto del palacio en 2010 antes de huir del país, afirmando que se había pagado con el dinero de sobornos y mil millones de dólares robados del presupuesto del Estado. Más tarde, hace dos años, el líder de la oposición, Alexei Navalny, se hizo con los planos de Cirillo y publicó un video mostrando cómo sería el edificio. Había una piscina flanqueada por columnas de mármol; un túnel hasta la orilla del mar, al más puro estilo del villano de una película de James Bond; un spa con depósitos de barros terapéutico; una pista subterránea de hockey sobre hielo; tres helipuertos; un viñedo; una sala para fumar en narguile; un escenario de pole dance y una discoteca acuática. El dormitorio principal tenía el tamaño de una pista de tenis. Y había lámparas de araña de más de 250.000 dólares cada una.

Se decía que el palacio estaba rodeado por unas 8.000 hectáreas de terreno propiedad del servicio de seguridad interior de Rusia, con su propio puesto de control fronterizo y una zona de exclusión aérea. Todas estas eran pistas sobre quién podría usarlo llegado el momento. Sin embargo, Cirillo interpreta bien la línea oficial del Kremlin: El tamaño del edificio demuestra que no puede ser para una única persona. Y si Putin quiere usar una villa, siempre puede pedirla prestada. «El presidente de la Federación Rusa es una persona muy querida. Tiene abiertas todas las puertas. No necesita construirse un palacio. ¿Quién se construye una casa con 40 dormitorios?»

Cirillo llegó a Moscú en los años 90 como un «aventurero», tan pobre que no podía permitirse ni coger un taxi. Su primer trabajo fue diseñar una dacha para un empresario. También se dedicó a vender muebles italianos. Pronto se dio cuenta de que los nuevos súper ricos de Rusia le contrataban para que les ayudara gastar su dinero. «Les decía a todos mis clientes que hay una gran diferencia entre una casa elegante y la casa de un rico», dice. Sus clientes simplemente tenían que hacer las maletas para mudarse a su nueva mansión. Cirillo ya tendría los vinos adecuados (italianos) en la bodega la casa y los cubiertos correctos en la mesa del comedor. «Mi tarea no era construir una casa, sino un estilo de vida».

Se hizo tan popular que tuvo que inventar «la lista de espera para mil-millonarios» (ha trabajado para 44 de los alrededor de 120 que hay en Rusia) y construyó un negocio que ingresaba 40 millones de dólares al año en honorarios. Pero trabajaba 15 o 16 horas al día, los siete días de la semana. Las esposas de los multimillonarios le pedían consejo sobre qué tono de mármol sería mejor o qué papel comprar para las paredes. Para tratar de reducir la demanda, sus precios eran desorbitados, pero aun así el teléfono seguía sonando. «Realmente era más una prostituta que un arquitecto: Cobro 3.000 dólares por hora dólares… ¡No está mal!».

El año pasado, la policía de la ciudad de Brescia, en el norte de Italia, registró un palacio del siglo XV propiedad de Cirillo. Incautaron bienes valorados en 144 millones de dólares: entre ellos un helicóptero, unas 150 obras de arte, incluidos cuadros de Picasso, Kandinsky, Cézanne y De Chirico, y 670.000 euros en efectivo.

Le recuerdo a Cirillo una historia de un periódico ruso sobre él de hace unos años. La noticia decía que había sido grabado pidiendo millones de euros en efectivo para los materiales que se utilizarían en el Palacio de Putin. «Puedes usar una maleta… Yo pago todo en efectivo».

Me dice ahora que es un error de traducción: realmente él dijo que pagaba todas sus facturas al momento. Y no recuerda ninguna maleta. Dice que el dinero en efectivo incautado en Italia se lo dio su exmujer hace años. Tiene hasta «polvo». Siempre ha pagado sus impuestos en Rusia, dice. Incluso adquirió la nacionalidad Rusa. El propio presidente Putin le entregó el certificado en una ceremonia en el Kremlin. «Conocí al señor Putin, sí, un tipo muy agradable».

Hace unos años Cirillo anunció que se iba del país, pero ahora afirma que paga sus impuestos en Rusia. En el pasado ha negado que llegara a Rusia como simple dibujante y se hiciera pasar por arquitecto. Él se ríe y dice que obtuvo su título en Moscú. Durante nuestra conversación, repite palabra por palabra frases que le he oído usar en otras entrevistas recientes, como parte de una campaña para lavar su imagen que le lleva una carísima agencia de relaciones públicas. El propio Cirillo tiene algo de pura fachada.

Pero está siendo procesado por lo que erróneamente se considera que representa —dice mientras señala el retrato de Putin—, no por lo que ha hecho. Algo va mal, dice, cuando una universidad italiana se niega a enseñar Dostoievski, los músicos rusos no pueden tocar en Europa, o los atletas rusos no pueden competir en el extranjero. «La idea es que todo lo que viene de Rusia es obra del diablo. Esta forma de criminalizar al enemigo no es una jugada inteligente». Si hubiera trabajado para el presidente de Ucrania, Zelensky, o para Boris Johnson, le habrían hecho una estatua en lugar de tratar de meterle en la cárcel.

Cirillo piensa que al final se hará justicia y se siente animado por un fallo previo al juicio que dictamina que se le devuelvan los bienes incautados. Le duele especialmente que las autoridades italianas emitieran una Notificación Roja de Interpol, que significa que, si abandona Rusia, será arrestado «como si fuera el mayor mafioso». Si no fuera por eso, dice, iría a Italia a defenderse. «Estoy muy dolido con mi país, la verdad… He vivido más de 30 años en Rusia [pero] no soy un criminal». Está atrapado en Moscú, aunque, gracias a que las sanciones impuestas a Rusia son una broma, todavía puede conseguir mozzarella fresca y lubina traída en avión desde el Adriático.

Habla con melancolía cuando me dice que ya no puede visitar su villa en Cerdeña, ni su otra casa en Dubái, ni la ecoaldea africana que está construyendo, ni el Polo Norte, donde ha estado varias veces como miembro del Explorers Club de Nueva York. Es –casi parece decir– otra víctima de la guerra en Ucrania. «Construí cosas hermosas, lo más bonito que nadie haya hecho en Rusia, eso es seguro. Al cien por cien. Pero soy un artista, no soy un político. Me encantan las cosas bonitas, no la sangre».

El presidente ruso nunca ha vivido en la lujosa casa del Mar Negro, ni siquiera la ha visitado, y siempre ha negado que fuera construida para él. Ya antes de la invasión de Ucrania, se había convertido en motivo de burla: «el capricho de Putin». Los últimos informes dicen que la casa está llena de moho. Han quitado todo de las paredes, dejando a la vista el hormigón, y se han llevado los muebles de tan buen gusto que había seleccionado el arquitecto italiano. El palacio ha quedado vacío.

Artículo traducido del inglés original, publicado en la revista británica The Spectator el 18 de marzo de 2023.

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